28 dic 2008

Preparados para Servir

“Quiero ser un testigo de mi Señor”.

Por:


Dios anhela que su pueblo alcance una norma más elevada que la que ha alcanzado en el pasado. ¿Qué puedo expresar para que éste sea consciente de su responsabilidad de ser como Cristo en palabra y acciones?... Si hiciéramos nuestras las palabras de Cristo, estaríamos en contacto tan estrecho con él que sabríamos qué hacer a fin de colaborar con el avance de su obra. Cuando Cristo llegue a ser nuestro ejemplo en la edificación del carácter, haremos progresos decididos. Cuando seamos llenos del deseo de ser como el Salvador, cuando rehusemos que el yo se inmiscuya en la obra que hacemos por el Señor, cuando apartemos la vista de los consejos finitos y miremos al que es demasiado sabio para errar y demasiado bondadoso para hacernos mal, seremos fuertes con la fortaleza del Señor…

Abandonemos el yo

Necesitamos sentir nuestro deber hacia el poder supremo. Esa presencia nos acompaña siempre, ejerciendo autoridad suprema y tomando en cuenta el servicio que damos o evitamos dar… “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Esta orden ha de ser sagradamente observada si esperamos cumplir el propósito que Dios tiene para nuestra creación y redención. Hemos de elevarnos hacia el cielo, y hacer de Dios lo primero, lo último y lo mejor de todas las cosas. Él es nuestro único, supremo y eterno bien…

Dios nos señala la senda del deber, diciéndonos: “Éste es el camino, andad por él”. En esa senda se halla la negación del yo y la cruz, pero es [la] única senda de paz y seguridad. Hay muchos que, sin embargo, están dando la espalda a esta senda, y continúan caminando sin renunciar al yo; ésta es una compañía que bien harían en temer.


Jesús es lo primero

La revelación y comisión divinas dadas a Moisés hicieron de él un gran hombre. Moisés no dejó de clamar diciendo: “Muéstrame tu gloria”, y el Señor hizo que su gloria pasara delante del patriarca. Moisés habló con Dios cara a cara, como un hombre que habla con un amigo. El entender su incapacidad de hacer la tarea asignada lo acercó a Dios, para rogar por el pueblo bajo su liderazgo. Moisés era tímido por naturaleza, duro de palabra, dubitativo y desconfiado de sí mismo; pero no dudó en interceder por su pueblo ante el Señor. Los presentó ante Dios, diciendo: “Puesto que este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse dioses de oro, te ruego que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito”. El liderazgo de Moisés estuvo dominado por la misericordia. La misericordia también inundó las palabras y las acciones de Cristo. En su obra no hubo lugar para el egoísmo. Los que decidan avanzar a las órdenes de Cristo, recibirán de Dios bondad, paciencia, benignidad y amabilidad, y un corazón que confíe en él.

Miremos a Jesús

Los representantes de Cristo han de apoyarse constantemente en la sabiduría de él. Es esencial que hagan esto, para que puedan guiar a los encomendados a su cuidado. Es una obra sagrada y solemne la de estar a cargo y liderar al pueblo de Dios. En esta tarea, se necesita velar y orar sin cesar; los que participan en ella necesitan recibir diariamente el don de la gracia divina, para que puedan entonces compartirla con los demás…

Dios pide de sus obreros un corazón humilde, confiado y obediente, y el servicio dispuesto de todo su ser. “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, pero habito también con el quebrantado y humilde de espíritu, para reavivar el espíritu de los humildes”… El único poder que tiene valor a los ojos de Dios viene de la mansedumbre y humildad de Cristo.

Es preciso que cada día, los obreros de Dios participen de la naturaleza divina… Entonces Dios obrará por medio de ellos y con ellos, capacitándolos para esparcir bendiciones donde vayan y para trabajar por la obra junto con Cristo, fortaleciendo las manos de sus obreros y discerniendo con percepción clara lo que debe hacerse. Son colaboradores con Cristo, y representan su carácter con bondad, compasión y amor....

“Os haré pescadores de hombres”

A lo largo de nuestro camino, hemos de dejar señales del amor de Cristo. Este amor, expresado en la vida, siempre produce una respuesta. Hace que los que aprecian su bondad, traigan ante la presencia de Dios ofrendas de gratitud. Los obreros de Dios serán reconocidos cuando sus esfuerzos de hacer avanzar la causa estén en armonía con el plan del Salvador.

Los que están en conexión con Dios como sus colaboradores, pueden revelar grandeza de alma solamente cuando ocultan su vida en la vida de Cristo, y se esfuerzan por aprehender el carácter excelso de la obra de la que forman parte. Solo al mirar esta obra a la luz del sacrificio de Cristo para que los hombres fueran salvos del pecado, podremos comprender verdaderamente cuán sagrada es esta tarea.

Cristo espera que cada uno de sus seguidores haga su obra. Éste es el mandato dado en su Palabra. “Seguidme”, es el llamado que les hace. Cristo vino a este mundo para darnos ejemplo de una vida perfecta. El que sacrifica todo el yo en el servicio a Dios, encontrará su recompensa en la obra de buscar a los perdidos y en el gozo que sentirá al ver que los pecadores son traídos a Cristo. Dios quiere que en el esfuerzo de salvar almas, los hombres se olviden de sí mismos. Llama a portadores de luz, que llenarán el mundo con la luz, la paz y el gozo que proviene de Cristo. Dios utilizará personas humildes, personas que sean conscientes de su debilidad, que no piensen que el éxito de la obra depende de ellos. Utilizará a hombres que recuerden qué es lo que requiere el servicio a Dios: la semejanza a Cristo en palabra y acciones. Ellos revelarán que Cristo habita en sus corazones, y que imparte pureza a la vida entera.

Este artículo es un fragmento del que fue publicado en la Advent Review and Sabbath Herald, ahora llamada Adventist Review, el 24 de noviembre de 1910. Los adventistas creemos que Elena G. de White ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público

Fuente: "Spanish Adventist World"

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