8 dic 2008

Angustia

Por: Héctor A. Delgado

La presente reflexión ha sido concebida con el propósito de hacer un aporte positivo a la vida de las personas que, presa de la creciente ola de inseguridad mundial, necesitan dirigir sus ojos a un fundamento firme. Los seres humanos no estamos desamparados ni sufrimos solos, pues Dios pues es sensibles a nuestras angustias y problemas (Isaías 63:9). Creemos que Dios está haciendo todo lo posible para devolver la paz a este mundo, y la mejor de todas las noticias es que muy pronto veremos ante nuestros ojos en cumplimiento de sus promesas “cielos nuevos y tierra nueva, donde morará la justicia” (2 Pedro 3:13).

Los atentados terroristas del pasado 11 de septiembre han dejado al mundo consternado. “Todavía no lo puedo creer” fueron las palabras de un Jefe de Nación al contemplar personalmente la escena días después. Lo cierto es que este terrible acontecimiento motivó a reflexionar seria y detenidamente sobre el grado de inseguridad en el que estamos viviendo y la amenaza siempre presente de cualquier otra catástrofe como producto del extremismo religioso o el prejuicio racial.

La tensión va en aumento cada día y todo el sistema humano parece resquebrajarse. Resultan insuficientes los llamados de los líderes políticos y religiosos más destacados para que exista la paz. No basta la voluntad de algunos ni la influencia y el poder de otros. Todo está mal. Estamos plagados de inseguridad y temor. En lo más profundo de nuestro ser lo sabemos.

Pero no necesitamos desesperar, pues la Palabra de Dios también nos da consuelo y esperanza: “Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y levantad vuestra cabeza, porque vuestra redención está cerca” (Lucas 21:28).

La Sagrada Escritura nos provee una plataforma segura para basar nuestra fe así como una Guía infalible para guardarnos del error y la confusión. En ella Dios nos ha revelado que el tiempo que vivimos está caracterizado por toda clase de conflictos políticos, sociales y religiosos. Veamos:

1- Habrá “guerras y rumores de guerras”, “nación contra nación y reino contra reino” (Mateo 24:6,7).

2- “Habrá pestes, hambres y terremotos en diferentes lugares... Unos a otros se aborrecerán” (vers 7,10).

3- “Muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos... Por multiplicarse la maldad el amor de muchos se enfriará” (vers. 10,12,24).

4- Habrá “en la Tierra angustia de las gentes, confundidas... Desfalleciendo los hombres por el temor y la expectación de las cosas que sobrevendrán a la redondez de la Tierra” (Lucas 21:25,26).

Todo esto que mencionamos aquí no es para alarmar a nadie, pero sí para advertir que la Palabra de Dios no guarda silencio sobre las cosas que están sucediendo ante nuestros ojos. Ella habla con claridad y sobrepuja a cualquier limitada predicción de los llamados “videntes” modernos. Ella nos orienta, instruye y enseña (2 Timoteo 3:16-17).

Ante el cumplimiento asombroso de todas estas señales, el mensaje de Dios para nosotros hoy es el mismo que el que le enviará a la nación de Israel por medio del profeta Amós: “Prepárate para venir al encuentro de tu Dios” (Amós 4:12). Dios no quiere perdernos, por esto nos invita a reconciliarnos con él hoy y a prepararnos para el pronto regreso de Cristo a esta tierra en gloria y majestad (2 Corintios 5:20). La invitación está hecha. ¿Cuál es tu respuesta?

Fuente: "Mensajes de Esperanza"

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