13 nov 2010

Elena White y la salud mental

Por: Merlin D. Burt

Elena White desempeñó un papel de liderazgo además de ser una de las fundadoras de la Iglesia Adventista del Séptimo Día: poseía el don de profecía. En su ministerio público de más de setenta años, recibió cientos de visiones y sueños con mensajes que variaban desde consejos personales a temas relacionados con la iglesia emergente en áreas tales como fe y doctrina, organización y misión, salud y educación.

A pesar de que fue una escritora prolífica y de autoridad, nunca infirió que sus escritos debían suplementar a las Escrituras. A lo largo de su ministerio señaló que la Biblia es la regla de fe y práctica del cristiano y uno de sus protagonismos principales fue ayudar a los individuos y a la iglesia naciente a entender y seguir la voluntad de Dios. A pesar de que no poseía una preparación formal en salud mental, a menudo fue consejera espiritual frente a variadas necesidades emocionales y psicológicas.

Pudo influenciar a miles de personas y les brindó nuevas esperanzas con un enfoque de salud espiritual, mental y emocional. Sus extensos escritos muestran interés en temas de salud mental y entre otros materiales en su libro El Ministerio de curación escribió un capítulo importante titulado “La cura mental”. En 1977, el Centro de Investigación White publicó una compilación de dos tomos titulada: Mente, carácter y personalidad: Consejos para la salud mental y espiritual.

Este artículo presenta brevemente lo que Elena White comprendía acerca de la salud mental, sus vivencias personales y familiares, y su papel como consejera en estos asuntos.

Cómo entendía Elena White la salud mental

Cuando ella usaba el término “salud mental”, lo asociaba con “claridad mental, calma de los nervios, un espíritu tranquilo y pacífico como el de Jesús”.1 Para poder entender sus comentarios acerca de temas de salud mental, es necesario entender también el lenguaje del siglo XIX. Por ejemplo usó las palabras “imaginación enfermiza” para referirse a pensamiento engañoso o desequilibrio emocional y “desaliento que se incrementa hasta la desesperación” al hablar de la depresión.2 Utilizó también “la cura mental” para describir temas de salud mental.

La comprensión de Elena White de la naturaleza humana estaba basada en la percepción bíblica de que es inherentemente pecaminosa y que necesita la ayuda externa de Dios. Para ella, Jesús era el gran sanador de la mente humana dañada por el pecado. Dicho por su pluma: “Es imposible que escapemos por nosotros mismos del hoyo de pecado en el que estamos sumidos. Nuestro corazón es malo, y no lo podemos cambiar”. A continuación citó Job 14:4 y Romanos 8:7 para fundamentar esta postura. Continuó diciendo: “La educación, la cultura, el ejercicio de la voluntad, el esfuerzo humano, todos tienen su propia esfera, pero no tienen poder para salvarnos. Pueden producir una corrección externa de la conducta, pero no pueden cambiar el corazón; no pueden purificar las fuentes de la vida. Debe haber un poder que obre desde el interior, una vida nueva de lo alto, antes que el hombre (y la mujer) pueda convertirse del pecado a la santidad”.3

Para Elena White había una convergencia entre la psicología y la teología. Las dos deben interactuar y cuando son integradas correctamente, proveen la mayor ayuda para la mente y las emociones humanas. Según ella la fuente verdadera de salud mental y emocional es Dios el “Padre amante”, Jesús el “Gran Médico” y el Espíritu Santo, “el Consolador”.

Abogaba fuertemente por una correcta conexión entre lo físico, mental y espiritual en la experiencia humana. “La vida espiritual se construye con el alimento que se le da a la mente; y si nos alimentamos de la comida que proviene de la Palabra de Dios, la salud mental y espiritual serán el resultado”.4 La verdadera salud mental depende del establecimiento de un balance adecuado entre mente y cuerpo. “No podemos permitirnos el empequeñecer o dañar una sola función de la mente o del cuerpo por excesivo trabajo o por el abuso de cualquier parte de la maquinaria viviente”.5 Ella utilizó la frase “salud física y mental” para mostrar el vínculo entre ambas y sostuvo que las dimensiones física y mental están estrechamente conectadas y requieren un adecuado equilibrio y cuidado. Asimismo afirmaba que el medio ambiente propicio, las acciones correctas y una dieta adecuada, favorecían la salud mental; era una convencida de los beneficios curativos tanto de la naturaleza, como de una actitud positiva y de acciones en servicio a otros.6

Experiencia personal

La filosofía de Elena White acerca de la salud mental, si bien estaba formada por su estudio de la Biblia y sus visiones, tenía conexión con su experiencia personal. A lo largo de la vida no fue ajena al dolor emocional y a los desafíos psicológicos. De niña era introvertida, tímida y emocionalmente sensible. A esto se le sumaba la complicación de su discapacidad física. Durante sus años juveniles experimentó temor y falta de esperanza, que le acarrearon prolongados períodos de depresión y además de sus luchas personales, su familia cercana fue golpeada con problemas de discapacidad mental.

La piedra fundamental de Elena White para la salud mental y emocional fue la comprensión del carácter amante de Dios. De niña imaginaba a Dios como un “severo tirano que fuerza a los hombres a obedecerlo ciegamente”.7 Cuando los predicadores describían los fuegos de un eterno infierno ardiente, ella personalizaba el horror de esta experiencia y lo describió así: “Mientras escuchaba estas terribles descripciones, mi imaginación era tan activa que comenzaba a transpirar, y me resultaba difícil contener un clamor de angustia, pues me parecía ya sentir los dolores de la perdición”.8 Esto la llevó a dudar de ser aceptada por Dios, lo que le provocó períodos de depresión. “El desaliento se apoderó de mi y… ni un rayo de luz vino a herir la melancólica lobreguez que me rodeaba”.9 Sus “sentimientos eran muy sensibles” y en una ocasión temió haber “perdido la razón”. Recordaba que algunas veces “durante toda la noche” no se atrevía a cerrar sus ojos sino que “me arrodillaba en el suelo para orar silenciosamente con una angustia muda e indescriptible”.10

Sus años de pre adolescencia y adolescencia fueron recargados por la discapacidad física. A los nueve años fue severamente lastimada en un accidente. La nariz quebrada junto con otras complicaciones, le ocasionaron problemas de equilibrio físico y le impidieron continuar su educación. Desarrolló un desorden crónico pulmonar que en esa época fue diagnosticado como “hidropesía” o en términos modernos, “tuberculosis con enfermedad cardíaca congestiva”. Sus temores se exacerbaron por el pensamiento de que se podría desangrar en cualquier momento por una ruptura arterial pulmonar.11 Su trauma físico y emocional, en combinación con su personalidad introvertida, impidieron que buscara ayuda.

Recién aproximadamente a los quince años conversó con alguien que la ayudó a comprender mejor el carácter amante de Dios. Haciendo referencia a su entrevista con el pastor millerita metodista, Levi Stockman, recordó que le brindó mucha ayuda. Stockman empatizó con el dolor emocional de Elena y hasta compartió sus lágrimas. Ella escribió que “obtuvo más conocimiento del amor y la compasiva ternura de Dios que en todos los sermones y exhortaciones que había oído antes”.12 Pudo identificar lo que la había ayudado específicamente: “Cambié la opinión que tenía del Padre. Empecé a considerarlo como un Padre bondadoso y tierno… Mi corazón sentía un profundo y ferviente amor hacia él”.13

El amor de Dios llegó a ser el tema preferido de Elena a lo largo de toda su vida y también creía que “el tema favorito de Cristo era la ternura paternal y la abundante gracia de Dios”.14 Su obra maestra de cinco tomos –la serie del conflicto cósmico entre Cristo y Satanás– comienza y termina con este tema.15 El primer capítulo de su libro más difundido, publicado en decenas de idiomas y millones de copias, se titula “Amor supremo”.16

Las visiones y sueños de Elena le confirmaron su convicción de un Dios amante y un Salvador compasivo. Un sueño que tuvo antes de su primera visión profética la puso ante la presencia de Jesús, en donde comprendió que él conocía todos sus “íntimos pensamientos y emociones”. Aun así, con este conocimiento él “se me acercó sonriente y posando su mano sobre mi cabeza dijo: ‘No temas’”.17 En una entrevista el último año de su vida dijo: “Siento lágrimas rodando por mis mejillas cuando pienso en lo que el Señor significa para sus hijos, y cuando contemplo su bondad, su misericordia y su tierna compasión”.18

Desafíos de salud mental en la familia White

Además de sus propias luchas emocionales durante la niñez y en algunos momentos de la adultez, enfrentó desafíos parecidos dentro de su familia. Su segundo hijo James Edson, mostró algunas características de déficit de atención/hiperactividad. Su sobrina, Louisa Walling debió ser internada en una institución mental ya que se volvió mentalmente inestable; a raíz de esto las dos hijas de Louisa fueron al hogar de los White y Elena terminó criando a las niñas quienes la llamaban ‘mamá’.19 Inclusive Jaime White, sufrió varios accidentes cerebrovasculares durante los años 1860 y 1870 que alteraron su estado mental y produjeron conflictos matrimoniales. En 1879, Elena comprendió que su esposo no “poseía suficiente salud mental y física” para aconsejar.20 En un punto ella se cuestionó si él era un “hombre cuerdo”.21

La experiencia personal de Elena juntamente con las visiones recibidas, la ayudaron a brindar un ministerio único para individuos que también sufrían un quebrantamiento mental y emocional. Sus escritos revelan una compasión real hacia las personas que a veces tienen una seria disfunción en la vida y se involucró en forma notable en un trabajo personal hacia tales personas.

Elena White como consejera

A lo largo de su vida, Elena White hizo referencia a temas de salud mental y disfunción social. Su esfera de acción con las personas era variada y diversa. Aquí hay cuatro ejemplos que muestran cómo abordaba estos temas serios.

Comportamiento obsesivo. La carta que ella le envió al señor Morrell, muestra su percepción de la condición mental de este señor. Lo describe como poseedor de “gran conciencia y baja autoestima”. Parecería que Morrell era obsesivo y patológicamente perfeccionista en cuanto a su conducta. Se sentía culpable por hasta el más mínimo error, al punto de llevarlo a la inestabilidad mental. Sobre la misma persona ella escribió: “El sistema nervioso del hermano Morrell se encuentra gravemente afectado y reflexiona acerca de estas cosas (su percepción de sus propios pecados y faltas), explayándose en ellos. Su imaginación está enferma… Su mente ha sufrido más allá de lo que pueda expresarse. Perdió el sueño”. A él le escribió: “Vi, Hno. Morrell que usted debe arrojar sus temores. Dejar las consecuencias al Señor y quitárselas de encima. Ud. se esfuerza demasiado en salvarse a sí mismo, haciendo algo grandioso por sí mismo, algo que pueda recomendarlo a Dios… Jesús lo ama, y si Ud. se consagra a él, juntamente con todo lo que posee él lo aceptará y llevará sus cargas, será su Amigo que jamás falla… Crea que Jesús lo ama y conoce su esfuerzo para obedecer la verdad; si Ud. yerra, no sienta que debe preocuparse y preocuparse, abandonar su confianza en Dios y pensar que él es su enemigo. Somos mortales sujetos a errar”. Como complemento a este consejo espiritual y emocional, ella le insiste a este hombre a que adopte una reforma pro salud y evite los estimulantes. “Entonces, el cerebro podrá pensar de manera más calma, el sueño no será tan incierto”.22

Abuso emocional. La señora White escribió varias cartas de consejos a mujeres que eran controladas por sus esposos tanto emocional como físicamente. En diciembre de 1867, visitó la iglesia de New Hampshire, junto a su esposo y J. N. Andrews. Inicialmente dio consejos en forma oral y luego hizo un seguimiento con un “testimonio” escrito basado en una visión que había recibido. Brindó consejo a Harriet Stowell quien luego de la muerte de su primer esposo se casó con Freeman S. Stowell, que era doce años menor y no practicaba su fe. Las palabras de Elena White son claras al explicar la situación: “Aunque Dios la ama, es mantenida bajo un cautiverio servil; temerosa, temblorosa, abatida, llena de incertidumbre y nerviosa. Esta hermana no tiene que sentir que debe rendir su voluntad a un joven malvado y menor que ella. Tiene que saber que su matrimonio no anula su individualidad. Los requerimientos de Dios son superiores a cualquier pretensión terrenal. Cristo la ha comprado con su propia sangre, por tanto no se pertenece a sí misma. Ella falla al no confiar plenamente en Dios y rendir sus convicciones personales y su conciencia a un hombre imperioso, altanero, encendido por Satanás, cuando su majestad satánica tiene la oportunidad de operar eficazmente por su intermedio con el fin de intimidar a un alma temblorosa y disminuida. Ha sido sumida en la perturbación tantas veces que su sistema nervioso se ha quebrantado y arruinado”.23

La señora White respaldaba la individualidad en el matrimonio y rechazaba la idea de que alguno de los cónyuges debía abandonar su propia personalidad e identidad. Este testimonio ayudó a esa mujer que había sido llevada casi hasta el colapso emocional.

Alcoholismo. En una carta a un joven en Inglaterra, Elena White reconoció el efecto perturbador de la adicción al alcohol. Henri Frey trabajaba como traductor para la misión Europea en Basilea, Suiza, pero tenía problemas con el alcohol. A causa de sus acciones, fue destituido de su trabajo de traductor y más tarde le escribió a la señora White para decirle que estaba siendo perseguido. Ella respaldó la decisión de la misión pero apeló personalmente a Frey: “Siento un tierno sentimiento de compasión y amor por su alma; pero falsas palabras de simpatía… nunca serán trazadas por mi pluma”. Luego describe en forma convincente: “Ud. encuentra que su naturaleza emocional se halla en oposición a sus mejores resoluciones, a sus solemnes promesas. Nada parece real. Sus propias deficiencias lo llevan a dudar de aquellos que podrían hacerle bien. Cuanto más continúe dudando, más irreal se vuelve todo para Ud., hasta que pareciera que no existiera una base sólida en ninguna parte. Sus promesas son como la nada, son como cuerdas de arena, y Ud. juzga las palabras y actos de aquellos en quienes debería confiar, bajo la misma luz irreal”.24

Continuó enfatizando el poder de la voluntad en la disfunción emocional. “Ud. puede creer y prometer cualquier cosa, pero yo no daría ni una brizna de paja por sus promesas o su fe, hasta que Ud. coloque su voluntad del lado del querer y el hacer”. Su carta de consejo fue entretejida con pedidos a este joven para que viera la ayuda que Jesús podía brindarle. “Le digo que no necesita desesperar, debe elegir creer aun cuando nada parezca real o verdadero para Ud.”. Luego concluye con palabras de esperanza: “Una vida de utilidad se extiende delante de Ud. si su voluntad llega a ser la voluntad de Dios… Henri, ¿lo intentará Ud.? ¿Dará ahora un giro completo? Ud. es el objeto del amor e intercesión de Cristo”.25

Disfunción sexual. A menudo, Elena White abordaba temas intrincados. En 1896 le escribió a un dirigente ministerial en Sudáfrica. Este hombre era culpable de abusar sexualmente de niñas y quizás también de niñitos. Este hombre había escrito a Elena White acerca de sus luchas, pero no creía ser culpable de adulterio. Ella inició su carta con una oración. “Quiera el Señor ayudarme para que pueda escribirle con palabras que lo ayuden en su restauración, no en su destrucción”. Luego fue muy directa: “Me siento triste, muy triste por Ud. El pecado, hermano mío, es pecado; es la trasgresión de la ley; y si yo tratara de quitarle importancia a ese pecado ante Ud., no le estaría haciendo bien alguno… Su mente y su corazón están contaminados, de lo contrario estas acciones le parecerían aborrecibles”. Le describe luego el efecto a largo plazo del abuso de niños, incluido el efecto generacional. Cita numerosos casos y describe cómo el daño psicológico frecuentemente perdura durante toda la vida. “¿Cómo podría yo presentarle el asunto para que no lo considerara como lo ha venido haciendo, como si no fuera un gravísimo error?”

Luego de una larga instrucción, y por momentos dolorosa y gráfica descripción de su conducta, ella le suplica: “Ud. es un ser moralmente libre. Si se arrepiente de sus pecados y se convierte, el Señor borrará sus transgresiones y le imputará su propia justicia… Él tomaría su caso en sus manos y sería guardado por los ángeles. Pero para ello Ud. necesita resistir al diablo. Tiene que educarse en una línea de pensamiento diferente. No deposite su confianza en Ud. mismo. Nunca procure la compañía de mujeres o señoritas. Manténgase alejado de ellas. Su gusto moral está tan pervertido que se arruinará a Ud. mismo y a muchas almas si no se torna íntegro… La vida eterna vale el esfuerzo perseverante, incansable de una vida”.

Finalmente ella le suplica que acuda “a los hermanos que conocen este terrible capítulo de su experiencia”.26

Estos cuatro ejemplos ilustran el nivel de compromiso que Elena White sentía por muchas personas que sufrían dificultades de salud mental y emocional. Una de las características a destacar en su trabajo, es el consistente optimismo de que las personas podían recuperase, sin importar cuán destrozadas pudiesen estar. Elena White siempre señaló a Dios como el gran Sanador de la mente y el alma. Concebía a la persona como un ente integral porque se daba cuenta que la mente estaba unida al cuerpo y que la intención de Dios era restaurar las relaciones sociales. Para ella la conexión más importante era con un amante y santo Padre celestial.

Merlin D. Burt (Ph.D., Universidad Andrews) es director del Centro Adventista para la Investigación del Centro White, Universidad Andrews, Berrien Springs, Míchigan, EE. UU. E-mail: Burt@Andrews.edu.

REFERENCIAS

Si no hay declaración de lo contrario, todas las referencias a continuación son de los escritos de Elena de White.

1. Ellen G. White to D. T. Bourdeau, 10 de febrero, 1895, Carta 7, 1885, Ellen G. White Estate, Silver Spring, Maryland (EGWE); ver también Elena G. de White a D. T. Bourdeau, carta 39, 1887, EGWE.

2. Testimonies for the Church, vol.1 p. 305.

3. El camino a Cristo, p. 18.

4. Search the Scriptures, Review and Herald (22 de marzo, 1906), p. 8.

5. A fin de conocerle, p. 89.

6. Medical Ministry, pp. 105-117.

7. Notas Biográficas de Elena G. de White, p. 43.

8. Idem, p. 34.

9. Idem, p. 36.

10. Idem, p. 36.

11. J. N. Loughborough, Rise and Progress of the Seventh-day Adventists with Tokens of God’s Hand in the Movement and a Brief Sketch of the Advent Cause from 1831 to 1844 (Battle Creek: General Conference of Seventh-day Adventists, 1892), p. 92.

12. Notas Biográficas de Elena G. de White, p.42.

13. Idem, p. 43.

14. Exaltad a Jesús, p.103.

15. Patriarcas y profetas, p.11; El conflicto de los siglos, p. 737.

16. El Camino a Cristo, cap. 1.

17. Notas Biográficas de Elena G. de White, p. 39.

18. Entrevista de EGW con C. C. Crisler (21 de julio, 1914), EGWE.

19. Ver Merlin D. Burt, “Caroline True Clough Family and Ellen White,” Ellen G. White Estate Branch Office, Loma Linda, California.

20. The Judgment , p. 29.

21. EGW a Lucinda Hall (16 de mayo, 1876), carta 66, 1876, EGWE.

22. EGW a Brother Morrell ( 28 de diciembre, 1867), carta 20, 1867, EGWE.

23. Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio, p. 32.

24. EGW a Henri Frey (21 de julio, 1887), carta 49, 1887, EGWE.

25. Idem.

26. Testimonios acerca de conducta sexual, adulterio y divorcio, p. 144-148

6 oct 2010

La hora de triunfo de Caleb

Por: Roy Gane

Nació esclavo. Y le pusieron un nombre que significaba “perro”.

—¡Eh, tú! Muchacho, esclavo... ¿Cómo te llamas?

—Me llamo Caleb, señor.

—Bah, “perro”... Bien te queda.

Pero Dios había liberado a Caleb y a su pueblo. La mayoría de los israelitas nunca habían tenido una idea cabal de lo que significaba la libertad. Pensaban que era leche y miel, en lugar de un poco de carne con cebollas. Creían que el hombre de la vara mágica seguramente los dirigiría a la tierra prometida, confortablemente y sin pérdida de tiempo. Pero cuando observaron que los obstáculos se asomaban sobre el horizonte, que la comida y el agua se agotaban y que el hombre de la vara había desaparecido allá arriba en la montaña desde hacía varias semanas, su libertad embrionaria se convirtió en caos y sus florecientes gustos dieron paso al recuerdo de las carnes deshilachadas de Egipto. Codiciaron su esclavitud debido a que todavía eran esclavos de alma.

Caleb era diferente. El entendió que la libertad implicaba servir a un nuevo Patrón, uno divino. Los otros miraban alrededor y se quejaban ante Moisés, pero Caleb miraba hacia arriba, a esa radiante columna de nube, alabando al Dios que lo había hecho un hombre libre.

Tarde o temprano, la diferencia entre la actitud de Caleb y la de su pueblo iba a terminar en un fuerte choque de ambos. Y esto ocurrió en Kadesh-barnea, en el desierto de Parán, cuando volvió de observar la tierra de Canaán junto con otros once espías. Coincidieron unánimemente en afirmar que la tierra fluía leche y miel y para probarlo trajeron fruta deliciosa, incluyendo un racimo de uvas de dimensiones sencillamente espectaculares.

Pero diez de los espías acentuaron los aspectos negativos. Los habitantes de la tierra eran muy fuertes, tenían ciudades bien fortificadas y eran gigantescos. Escuchar esa descripción era como para desmayar. Súbitamente, la tierra prometida se tornó muy poco prometedora. Perdiendo de vista su experiencia previa, impacientes, los israelitas murmuraron: “Porque Jehová nos aborrecía, nos ha sacado de tierra de Egipto, para entregarnos en mano del amorreo para destruirnos” (Deuteronomio 1:27). El perfecto temor echa fuera el amor, paradójicamente. (En claro contraste con 1 Juan 4:18.)

Moisés trató de animar a la gente, pero la única respuesta que recibió fue un acrecentado clamor de quejas. Fue entonces cuando un hombre, dando un paso al frente, gritó: ¡Has!, lo que en hebreo quiere decir “¡Silencio!” Ese hombre era Caleb de Judá. No era un orador pulido y persuasivo, pero las palabras que pronunció a continuación pasaron a ser el lema y la declaración de misión de todo el que desea entrar en el descanso del Señor, a la tierra mejor que él ha prometido. Caleb los urgió: “Subamos luego, y poseámosla. Más podremos nosotros que ellos” (Números 13:30).

¿Irreal?

“Más podremos nosotros que ellos”. ¡¿Irreal?! Caleb, a diferencia de la mayor parte del pueblo, sabía que las fortificaciones y los gigantes eran reales porque él mismo los había visto. El pueblo no tenía nada. Adolecía del personal, los recursos, la infraestructura y el presupuesto para superar esos obstáculos. Pero cuando Caleb dijo “podremos”, había incluido al Señor en ese “podremos”, porque Dios estaba con su pueblo.

Ahora bien, ¿por qué Josué, el otro espía disidente, no pronunció su discurso? Estaba de acuerdo con Caleb, pero había sido asistente de Moisés. Cualquiera sabía que tenía intereses creados. La gente que no había querido oír a Moisés no iba a querer escuchar a Josué. Pero Caleb no tenía esos antecedentes. Podía ponerse cómodamente del lado de los otros diez espías. Después de todo, ¿no eran la mayoría?

Era la teocracia y no la mayoría la que regulaba el corazón de Caleb. La democracia es buena, pero ni siquiera el voto abrumador de la mayoría podría haber desplazado la tenaz determinación de Caleb de seguir la voluntad del Señor. Quizá por un fugaz, un luminoso momento, el valor de Caleb encendió una chispa de esperanza en el pueblo. Pero ésta fue rápidamente sofocada, cuando la mayoría audiblemente tomó control del escenario y comenzó a responder de modo peyorativo. Determinados a desanimar al pueblo, los otros espías no dudaron en desacreditar la misma tierra que habían ponderado momentos antes, diciendo que “devora a sus habitantes”. Exageraban, describiéndose a sí mismos como langostas en la presencia de los habitantes de Canaán. Hasta adujeron haber visto a Nefilim, descendiente de los renombrados gigantes que vivieron antes del diluvio. Irónicamente el pánico había transformado a Canaán en un Parque Jurásico poblado por humano-saurios...

Toda esa noche los israelitas regaron con sus lágrimas el desierto de Parán y al amanecer se levantaron para rebelarse contra sus líderes, Moisés y Aarón. Josué y Caleb, rasgando su ropa, les rogaban pero no consiguieron nada con sus intentos, a no ser amenazas. “Entonces toda la multitud habló de apedrearlos” (Números 14:10).

Fue entonces cuando Dios proclamó para toda la generación adulta de Israel una sentencia a la medida del crimen. Porque rechazaron entrar a Canaán, iban a morir en el desierto sin llegar a la tierra prometida. A excepción de Caleb y Josué. Y el Señor destacó la lealtad de Caleb con una mención especial: “Empero mi siervo Caleb, por cuanto hubo en él otro espíritu, y cumplió de ir en pos de mí, yo le meteré en la tierra donde entró, y su simiente la recibirá en heredad” (Números 14:24).

Al romper el alba de la siguiente mañana el pueblo se levantó, listo para partir: “Henos aquí para subir al lugar del cual ha hablado Jehová; porque hemos pecado” (versículo 40). Una confesión sin arrepentimiento. Habiéndose negado previamente a llegar donde Dios los guiaba, ahora querían ir donde él no los quería llevar. Contrariando la advertencia de Moisés, ellos “se obstinaron en subir a la cima del monte”(versículo 44). Así se sorprendieron a sí mismos deambulando por todo el sur de Palestina, retrasados por detrás, apresurados por delante, totalmente despistados.

En nuestra casa, que hemos comenzado a llamar la Tierra del Canino, tenemos dos perros medianos. Cuando salimos a dar una caminata, no les resulta natural a Sombra y Príncipe mantener el paso. Ambos tiran todo lo que pueden sus respectivas correas para llegar a ser el perro puntero, pero se distraen fácilmente por un potencial bocado de caza a la vera del camino o por algún aroma delicioso para ellos, repelente para nosotros. Para ejercer algún control, Connie, mi esposa, decidió llevar a Sombra a tomar clases de obediencia. Y aún cuando él y Connie tienen serios desacuerdos de vez en cuando, pareciera que el canino está aprendiendo a mantenerse a nuestro lado en nuestras caminatas. Es algo que lleva su tiempo. También llevó tiempo para que los israelitas aprendieran a mantenerse cerca del Señor. El los entrenó conduciéndolos a través del desierto, lejos de las distracciones.

Ahuyentando gigantes

Cuarenta años no convirtieron a Caleb en más fuerte físicamente y tampoco disminuyeron su confianza en Dios. Cuando llegó finalmente el momento de tomar la tierra, Caleb, con sus 85 años a cuestas, reclamó el territorio que tenía el vecindario más intimidante: Hebrón, allí donde vivían los gigantes más descomunales. Sentando un ejemplo para los israelitas, y con el fin de probar que era verdad lo que había dicho en Kadesh-barnea, Caleb voluntariamente hizo suyo el desafío más grande y expulsó a esos gigantes fuera de la ciudad (Jueces 1:20). Porque seguía al Señor los gigantes eran su presa natural.

Así estableció su herencia Caleb. Pero luego volvemos a oír de él una vez más. Tenía una hija llamada Axa y quería que se casara con un hombre de veras. De modo que, como en los cuentos de hadas, publicitó una suerte de justa guerrera por la cual él le daría su hija al hombre que fuese capaz de culminar una acción heroica. En este caso, debía tomar la ciudad de Kiriat-sefer, que significa “ciudad del libro”. Otoniel ganó el premio y se casó con Axa, a quien Caleb le dio una parcela de tierra.

Ahora bien, Axa estaba muy agradecida por la tierra, pero para criar a su familia allí necesitaba agua para el regadío. Así que le insistió a Otoniel que consiguiera una tierra con fuentes de aguas. Pero Otoniel se sentía algo reticente para pedirle algo más a su poderoso suegro. Hasta podemos escuchar a Axa diciendo: “¡Oh! Vamos, Oto. Mi papá es un buen hombre. Tú le conquistaste una ciudad entera, ¿y ahora tienes temor de hablarle?” Axa terminó conversando por su cuenta con su padre sobre lo que necesitaba, y Caleb le respondió con generosidad otorgándole una tierra con dos vertientes (Josué 15:19; Jueces 1:15).

La hora de triunfo de Caleb

¿Cuál fue el mejor momento de la vida de Caleb? ¿Quizá aquel discurso suyo en Kadesh-barnea, cuando se plantó frente a todo el pueblo congregado? ¿O cuando decidió expulsar a los gigantes de Hebrón? Yo sugeriría otra posibilidad. El momento culminante de la vida de Caleb fue cuando se quedó 40 años junto a ese mismo pueblo, errando por el desierto. Ese fue un heroico tiempo de espera. Si alguien tenía derecho a quejarse, ése era Caleb. A causa de los errores ajenos fue privado de 40 años de su propia vida en la tierra prometida. La misma en la que podría haber disfrutado de leche y miel, sentado a la sombra de su parral o de su higuera. El no necesitaba esos años de entrenamiento adicional; estaba listo para cruzar el Jordán desde el primer momento. Pero en lugar de apresurarse por conquistar a Canaán por su cuenta, se quedó junto a su Señor y ese pueblo complicado.

Sabemos por la historia posterior de Otoniel, que Caleb no anduvo holgazaneando por el desierto. Contribuyó a educar a la siguiente generación para que actuara con su misma coherencia. Esto es, seguir al Señor de todo corazón, esperar grandes cosas y sentir la seguridad de que Dios proveerá lo necesario, tal como él mismo proveyó lo que le hacía falta a su hija. La siguiente generación entró a la tierra prometida, y en un momento de crisis que vivieron, fue Otoniel el juez que llevó a Israel a su liberación.

Muchos de nosotros estudiamos o trabajamos en ámbitos académicos, o en la “ciudad del libro”. Hubo guerras intelectuales en el pasado y las habrá mayores en el futuro. No obstante, hoy nos hallamos en la posición de Caleb durante esos 40 años. Estamos enseñando o aprendiendo cómo seguir al Señor de todo nuestro corazón, sin reparar en fortificaciones, gigantes y tribulaciones, con el propósito declarado de llegar donde “el Cordero. . . los pastoreará, y los guiará a fuentes vivas de aguas: y Dios limpiará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:17).

En el libro Primeros escritos, en un punto clave, inmediatamente antes de describir su primera visión, Elena White dejó escrito en la página 14: “He procurado traer un buen informe y algunos racimos de Canaán, por lo cual muchos quisieran apedrearme, como la congregación amenazó hacer con Caleb y Josué por su informe (Núm. 14:10). Pero os declaro, hermanos y hermanas en el Señor, que es una buena tierra, y bien podemos subir y tomar posesión de ella”.

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Roy Gane (Ph.D., University of California, Berkeley) enseña hebreo bíblico y lenguas muertas del Medio Oriente en el Seminario Adventista de Teología, Universidad Andrews. Su dirección postal es: Andrews University; Berrien Springs, Michigan 49104; EE. UU.

4 sept 2010

Las Hernias y el Espiritu

Por: Marvin Atchison

Como cirujano, mi tarea es curar a las personas.
Aun así, después de dedicar la mayor parte de mi vida a los estudios y a la exigente servidumbre de la residencia quirúrgica, estas manos supuestamente talentosas pueden lograr poco. No pueden sanar el espíritu ni el alma. De hecho, tampoco pueden sanar el cuerpo

Lo que aprendí de la salvación en mi labor de cirujano

Es verdad que puedo cortar y coser con destreza, pero la curación depende de que el cuerpo actúe, incorporando material protésico o produciendo una respuesta inmune después de la extirpación de un apéndice gangrenoso, una vesícula inflamada o un tumor canceroso. Estas intervenciones requieren lo que yo llamo gracia biológica, la asombrosa capacidad dada por Dios al cuerpo de regenerarse y recuperarse.

No hay justo, ni aun uno
El dicho: «Médico, cúrate a ti mismo» (véase Luc. 4:23) expone una falta fundamental que parece común a todos los médicos. Trabajamos para curar a otros mientras nosotros mismos estamos quebrantados. Esto afecta el cuerpo, ya que somos pobres mayordomos de nuestro propio templo y nuestra expectativa de vida es menor a la del paciente promedio.

También puede revelarse en un espíritu de infelicidad, en emociones descontroladas y profundos fracasos en las relaciones humanas. Pero por cierto, por sobre todo se aplica al alma y a nuestra relación con Dios. Necesitamos un Sanador, y cuanto más nos alejamos, más quebrantados terminamos.

En un esfuerzo por recuperar esa distancia perdida y redescubrir la realidad y bendición de nuestra esperanza de salvación en Cristo, he retornado a los tesoros de su Palabra y a la luz dada
al pueblo adventista. En esta búsqueda, me ha impresionado la naturaleza quirúrgica de la obra del Espíritu Santo: «La santificación del alma por la operación del Espíritu Santo es la implantación de la vida de Cristo en la humanidad»1 Elena White usa aquí términos quirúrgicos.

En efecto, los cirujanos llevan a cabo operaciones. Cualquier material ajeno incorporado al cuerpo se llama implante, ya sean mallas protésicas, prótesis metálicas, tejidos donados, etc. La cita me recuerda a las hernias que trato como cirujano, y me lleva a comparar la hernioplastia (cirugía de hernia) con la salvación. Al igual que el pecado, las hernias son comunes a todas las edades, sexos,
países y habitantes del mundo.

Existen numerosos subtipos de hernias, aunque la mayoría se producen en los mismos lugares, en zonas de debilidad congénita o adquirida, como por ejemplo la ingle, el ombligo y las cicatrices quirúrgicas. A pesar de sus diferencias, todas poseen el mismo riesgo potencialmente fatal de transformarse en hernias irreductibles y estranguladas donde, respectivamente, el órgano queda atrapado en la hernia y el suministro de sangre al órgano se ve comprometido

Justificados gratuitamente por su gracia
Los pacientes que sufren de esta grave afección tienen que ser tratados en dos etapas distintas y esenciales: la reducción y la reparación, que se asemejan a los componentes de justificación y santificación de la salvación. La supervivencia del órgano herniado depende de su urgente reducción y regreso a su ubicación anatómica adecuada.

La reducción de una hernia es un arte, que se aprende con años de estudio y práctica. A menudo me llaman de emergencias para evaluar pacientes con hernias aparentemente irreductibles, que han resistido los intentos másproblema de fondo: el defecto físico que ha causado la afección. Si solo me limito a reducir la hernia, esta vuelve a formarse y puede estrangularse nuevamente.

Por ello, es necesario tratar el problema de fondo. La hernioplastia actual suele requerir la implantación de una malla, que es una lámina tejida y porosa de polipropileno, poliéster o colágeno. Esta es suturada en el lugar, pero la verdadera fuerza del tratamiento se logra semanas después, cuando el cuerpo se incorpora en los intersticios de la malla. De manera similar opera la obra del Espíritu Santo, implantando no solo la malla sino la naturaleza de Cristo.

No es esta con la operación puede solucionar el problema. Aunque hiciera ejercicios, estos no logrían sanidad. Se puede recurrir, en el mejor de los casos, a un braguero inguinal, una faja que meramente presiona el lugar de la hernia para reducir la incomodidad y hacer menos visible la protrusión. Pero se necesita al Gran Cirujano, el único que puede curar.

Solamente por su gracia

Aunque las analogías eventualmente fallan, permítame concluir con un paso más, mirando más allá de nosotros a los hijos perdidos de Dios. En lugar de juzgar y condenar desde el

Santo. Todos moriremos espiritual y
eternamente a menos que seamos tocados
por un par de manos calificadas.

deliberados del personal de emergencias. ¿Por qué me llaman? Porque en esto, mis manos son más hábiles. Han pasado por el fuego de la residencia quirúrgica; han conquistado una legión de hernias, reduciéndolas y reparándolas definitivamente. De la misma manera, todos moriremos espiritual y eternamente a menos que seamos tocados por un par de manos calificadas. No son las mías, sino manos que fueron traspasadas. Solo el dueño de esas manos puede socorrer, salvar y justificar el alma humana.

La voluntad de Dios, que alcancemos la santificación

Si bien la reducción de la hernia resuelve urgentemente el problema restaurando la posición anatómica y permitiendo el flujo de sangre, nada hace para ocuparse del una prótesis inanimada sino un injerto viviente, parte misma del cuerpo. «Permaneced en mí, y yo en vosotros», dijo Jesús (Juan 15:4). Cuando la naturaleza de Cristo es implantada en mí, cuando mediante el proceso diario y a veces doloroso crezco en él y él en mí, entonces llego a ser parte suya, y él llega a ser parte mía.

No por obras, para que nadie se gloríe

Periódicamente, los pacientes me preguntan qué ejercicios hacer para mejorar. Piensan que el problema es la debilidad del músculo, y que esto puede curarse con entrenamiento. Pero la deficiencia no está en el músculo, sino en la membrana conjuntiva llamada fascia, que es lo que da fuerza a la pared abdominal.

Una vez que esta se abre, el cuerpo no tiene otra solución quela intervención de un cirujano, que pedestal de los justos, acerquémonos a los pecadores como lo haríamos con nuestros amados que sufren una hernia. «Debemos enfrentar el pecado como enfrentamos las enfermedades, mostrando nuestra ternura y compasión con los enfermos».2 Entonces podremos ser emisarios de gracia en beneficio de los caídos, llevándolos hasta el Gran Cirujano.

1 Ellen G. White, Mensajes selectos, vol. 3, p. 225, cf. The Advent Review and Sabbath Herald, 4 de diciembre de 1894, y The Advent Review and Sabbath Herald, 9 de abril de 1895.
2 William Law en A Serious Call to a Devout and Holy Life. (Londres, impreso por William Innys, 1729). Capítulo XX. Ver www.anglicanlibrary.org/law/serious/

Marvin Atchison es médico y vive en el condado de Orange, California.

Fuente: Adventist World. Agosto 2010

3 sept 2010

El síndrome de Agar

Por: Roberto Badenas.

Reflexiones para solitarios eventuales y crónicos.

¿Quién es esta joven que se esconde junto al pozo? El texto la llama “Agar”, un extraño nombre cargado de misterio. Porque no es egipcio, como ella, ni hebreo como sus amos, sino árabe.

Y su etimología incierta podría designar tanto un lugar solitario, una montaña (Gál. 4: 25), como un simple apodo: “la extranjera”, “la forastera”, o la “fugitiva”. ¿Qué hace Agar al borde del pozo sola y encinta, en pleno desierto? Llorar de miedo y de rabia.

Agar es una pobre esclava egipcia evadida del clan de un rico beduino iraquí, perdida a la deriva en un mundo cruel. Agar ha cometido errores. Ha ofendido a su dueña faltándole al respeto en público. Pero ella también se ha sentido usada y abusada por sus dueños, el rico Abrahán y su esposa, esa hermosa dama a la que todos se dirigen sin nombrarla con el tratamiento de Sarai, “Mi princesa”… Abrahán no tendría que haber consentido que Sarai maltratase a su criada.

Agar había sido contratada como madre de alquiler… La primera en la historia de la que sepamos el nombre. Pero ahora se arrepentía de ello y no estaba dispuesta a cumplir su contrato. Por eso huye, en medio de la noche, dolida por el resentimiento, espantada por el miedo y cegada por sus lágrimas.

Agar huye por el camino de Shur rumbo a Egipto, su presunta patria. Pero no sabe dónde va ni qué va a ser de ella. Agar espera, como todos cuando algo va mal, poder contar al menos con el apoyo de los suyos. Necesita con urgencia un lugar donde acogerse, alguien que la escuche y la ayude a salir del atolladero en el que se ha metido. Pero Agar no tiene hogar. Está sola en el mundo. No tiene nada más que un bebé en gestación, demasiado pequeño para hacerle compañía, y una pena demasiado grande para llevarla sola.

El sueño
Las cosas, sin embargo, hubieran podido ser diferentes. Agar había soñado cambiar su triste suerte de esclava por la de princesa. Sí, princesa ella también, como su detestada ama. Su vida de
sirvienta en el clan de Abrahán no había sido tan dura desde el día en que fue ofrecida en Egipto como regalo a sus dueños (Gén. 12: 16). Qué había pasado en Egipto entre el Faraón y la bellísima Sara nadie lo tenía claro (cf. Gen. 12: 10-20). Ni siquiera Abrahán.

En el campamento, circulaban rumores que Agar no llegaba a entender. Lo único seguro es que era esclava de Sara, y que su dueña no tenía otra obsesión que darle un hijo al patriarca. Y así fue como un día el ama le propuso hacerse madre de alquiler. Le había confesado: “Dios nos ha prometido una gran descendencia. Como la arena del mar. Como las estrellas del cielo. Pero yo ya soy mayor para ser madre. Tú nos gestarás nuestro hijo a cambio de lo que quieras, y ese niño será el heredero del clan y de las promesas divinas”. Y así fue como Agar se convirtió, en realidad, en madre de alquiler y, en apariencia, en la concubina del jefe.

Cuando vino el esperado embarazo, Agar pasó, de la noche a la mañana, de la condición de esclava a la de futura madre del heredero del clan. Un sueño demasiado grande para una sirvienta como ella. Convertirse en la esposa del jefe era algo tan inimaginable que empezó a marearla. Quizá por eso los delirios de grandeza le hicieron envanecerse. Porque –pensaba la joven– el día en que la vieja Sara se muriera, ella, Agar, ocuparía el puesto de reina madre. Y el hijo que llevaba en su seno –y ella deseaba por encima de todo que fuera un varón– se convertiría, a su tiempo, en el jefe de la tribu. Pero ese hermoso sueño acabó en pesadilla.

La pesadilla
Agar se equivoca en sus ilusiones de destronar a Sara del corazón de Abrahán. Ni su juventud, ni su belleza exótica, ni siquiera su fertilidad le bastan para seducir al jefe. Y la vieja princesa estéril está cada vez más celosa de su sirvienta encinta y soporta peor sus desprecios. La esclava se equivoca de táctica. Ofender públicamente a su dueña no hace más que precipitar los acontecimientos. Así que, en lugar de la gran promoción esperada, Agar cosecha maltratos y vejaciones.

Por eso, antes de que llegue el despido, hace lo que hacemos también nosotros cuando nos sentimos mal con nosotros mismos o con nuestro entorno a causa de nuestros errores: huir. Agar huye llevándose con ella todo lo que tiene en el mundo: un fardo a las espaldas y un bebé en sus entrañas. Su hijo será para ella sola. Nadie la obligará a cumplir su contrato. La ruta hacia Shur, entre Cadesh y Bared, es un camino polvoriento y solitario a través del desierto. Pero la soledad es allí preferible para Agar que cualquier encuentro.

Porque una esclava sin dueño, una mujer encinta sin marido, una muchacha sin familia en tierra extranjera, es alguien a disposición del primer desaprensivo que se lo proponga. Agotada por el cansancio, angustiada por el miedo, Agar no puede más y se detiene a beber un poco de agua en ese manantial sin nombre. Quisiera poder descansar, pero sabe que en cuanto amanezca será muy fácil descubrirla. Agar contempla su indecisa imagen en el fondo del pozo y se ve a sí misma en el fondo de un abismo.

De pronto, una voz desconocida a sus espaldas la sobresalta: “Agar, sierva de Sara”. Alguien la ha reconocido. Agar no ve a nadie y se pone a temblar de pánico ante el visitante invisible que parece haberla seguido y que el texto identifica con “el ángel del Eterno”. Éste le dirige sin más preámbulos dos preguntas irritantes: “¿De dónde vienes y adónde vas?” (vers. 8). Preguntas que también nos molestan a nosotros cada vez que nos encontramos en una situación parecida. Es decir: “¿Qué has hecho?” y “¿Qué piensas hacer ahora?” Agar sabe muy bien de dónde viene.

Pero, en rea - lidad, no sabe adónde va. Como intuye que no se puede engañar a los ángeles, la fugitiva responde a la primera pregunta con toda franqueza: “Me he fugado lejos de Sara, mi dueña… No podía más” (vers. 8). Inesperadamente, Agar se encuentra frente a alguien con quien puede compartir sus problemas. Después de una conversación de la que ignoramos casi todo, el ángel anima a la asustada joven a hacer precisamente las dos últimas cosas que quisiera hacer en ese momento: “Regresa a casa de tu dueña y sométete a ella”. Es decir, sé realista. Cumple tu contrato. Vuelve a donde perteneces y haz las paces. No te pierdas huyendo. Atrévete a resolver tus conflictos y no te autodestruyas.

A renglón seguido, en un lenguaje bíblico al que Agar no está acostumbrada, el ángel le promete a ella, la esclava, lo mismo que le había prometido a su amo: «Multiplicaré tu descendencia, y ésta será tan numerosa que no la podrás contar. Tu bebé es un niño y lo vas a llamar Ismael, que significa “Dios escucha”, puesto que el Señor ha escuchado tu aflicción. Ismael será como un asno salvaje, obstinado y luchador. Se peleará contra todos y todos se volverán contra él. Y habitará en frente de todos sus hermanos» (vers. 10-12). Promesa increíble. La pesadilla de Agar tendrá, a pesar de todo, un final feliz.

El despertar

Allí comienza para Agar una nueva etapa de su vida. Deslumbrada por la revelación del ángel, Agar descubre que el Dios de su dueño hebreo es también el de las esclavas egipcias. Y que este Dios que ha prometido a sus amos un porvenir increíble, también reserva para ella y su hijo un futuro insospechado. Si Abrahán será un día el gran patriarca de los hebreos, Agar será, a su vez, la gran matriarca de los ismaelitas.

Porque ese Dios sorprendente que Agar empieza a descubrir, está por encima de religiones, fronteras y prejuicios humanos. Entonces Agar, sorprendida por la gracia divina, se inventa un nombre nuevo para ese Dios al que apenas conoce: “El Dios que me ve”, (Atta-El-Roi, vers. 13). Y con él le da nombre al pozo de Lachai- Roi, que está todavía entre Kades y Bared. En medio de su soledad, en medio de sus frustraciones, Dios sale al encuentro de Agar para ofrecerle el regalo de su gracia, aportándole lo que más necesitaba en ese momento: sentir que Alguien ve y acepta cuando otros ignoran y rechazan.

El Dios que todo lo ve, cercano y salvador, la ha visto huir hacia su ruina y le ha salido al paso con un mensaje de esperanza. Y es así como Agar recupera de pronto la fuerza de seguir viviendo, la fuerza de hacer frente a las dificultades de su situación y de volver a empezar una vida que no es como ella había soñado. Con la diferencia de que ya no vuelve al clan como concubina de Abrahán, sino como sierva de Sara. No. Su familia no será como ella hubiese querido. Simple madre de alquiler, Agar vuelve resignada a cumplir su difícil contrato y darles a sus dueños el hijo que lleva en sus entrañas.

Porque Agar sabe ahora que Dios tiene un plan para ella y que puede confiar en él. Pero lo que Agar no sabe todavía es que, finalmente, su hijo, entregado temporalmente a sus jefes, acabará quedándoselo ella. Ismael crecerá y se hará fuerte e independiente. Un día abandonarán ambos el clan de Abrahán, y Agar se convertirá en la madre del gran pueblo árabe.

Un mensaje para Agar y compañía

Querido lector, ¿de dónde vienes tú y adónde vas? Nos pregunta el ángel a ti y a mí. ¿Huyes tú también de tus responsabilidades? ¿Has echado a perder tu situación, tu familia o alguno de tus sueños? ¿Te sientes tú también solo, incomprendido, decepcionado, maltratado, despreciado, ignorado, injustamente tratado? ¿Por tu culpa o por la de los demás, qué importa, tus proyectos de vida, tus sueños de futuro, se han desvanecido por la razón que sea y te encuentras de pronto en pleno desierto? Has perdido la esperanza de realizar tu vida tal como te hubiera gustado y ahora te has metido en un camino que no lleva a ninguna parte.

¿Cómo piensas cruzar tu desierto? ¿Hacia qué porvenir incierto te diriges por ahí? Si en este momento estás huyendo de algo, quizá estés sufriendo tú también el “síndrome de Agar”. Detente entonces en “la fuente de Quien te ve”. Déjale poner su mirada sobre ti. Déjale extender el bálsamo de su gracia sobre tus heridas del alma. Déjate impregnar por el alivio de su presencia bienhechora y presta atención a la voz del ángel. Déjalo hablar y escucha lo que te diga. Desde pequeño, recuerdo haberme devanado los sesos intentando comprender cómo Dios puede verme y escucharme a la vez que ve y escucha a los demás millones de seres humanos. ¿Cómo puede Dios ocuparse de todos sus hijos a la vez? El libro de Philip Yancey y Paul Brand,

A su imagen (Editorial Vida, 2006), me ayudaría con el tiempo a encontrar esta idea menos inverosímil. Estos autores comparan lo que ocurre entre Dios y nosotros con lo que ocurre entre las diferentes células de nuestro cuerpo y nuestro propio cerebro. Éste es capaz de realizar millones de operaciones por segundo, coordinando a la vez nuestros diferentes sentidos y todas las demás funciones vitales: reflexio nes cerebrales, funciones musculares, procesos digestivos e innumerables reacciones químicas de las que ignoro hasta el nombre.

Según los expertos, parece que se necesitan miles de computaciones sólo para reconocer una melodía, un perfume o una imagen, en fracciones de segundo. Nuestros ojos son capaces de ver en un segundo cientos de imágenes, y procesarlas a una velocidad que desafía la imaginación de los evolucionistas, porque ningún evolucionista ha conseguido explicar todavía cómo el proyecto de un ojo capaz de ver y de un oído capaz de oír ha podido evolucionar de la materia inerte, poco a poco, al azar y por error, millones de años antes de convertirse en un ojo o en una oreja completa, capaz de servir para algo. He leído que apenas unos gramos de tejido cerebral pueden contener millones de conexiones y sinapsis. Como resultado de ello cada célula –y cada organismo humano tiene más células nerviosas que habitantes la tierra– puede comunicar con las otras y con el cerebro a una velocidad casi instantánea.

Entonces, deduzco yo, si un cerebro tan medianito como el mío puede ver y escuchar tantas solicitaciones a la vez, ¿por qué el diseñador de ese sistema, que nos ha creado a su imagen, no va a poder vernos y escucharnos con la misma aparente facilidad con la que funciona su sistema a nivel humano? La respuesta es, obviamente, un misterio. Pero es un misterio en el que podemos confiar, como Agar. Un misterio al que podemos llamar como ella, “el misterio de Aquél que nos ve”.

Si te ocurre sufrir alguna vez de lo que yo llamo “el síndrome de Agar”, si en tu soledad –eventual o crónica– te ves a ti mismo huyendo de tus compromisos o de tus problemas, desorientado, vagando a la deriva en pleno desierto espiritual; víctima, autor o cómplice de una ruptura sentimental, personal o familiar; si crees haber perdido toda esperanza de ser aceptado o comprendido, con tus aciertos y errores, o simplemente visto por la persona o personas que quisieras. Si ésta(s) te ignora(n), te descarta(n) de su vida, incluso definitivamente, permíteme que te recuerde que, como a Agar, el ángel del Eterno te ve, y tiene para ti un mensaje de esperanza. Como lo tuvo para Agar al borde del pozo en Shur.

Como lo tuvo Jesús para la mujer samaritana junto al pozo de Sicar (Juan 4: 4-42). Quizá el Ángel te pregunte también “¿De dónde vienes y adónde vas?”, sabiendo de antemano las respuestas. Es como si quisiera darnos el derecho, que quizá se nos ha negado, de decir las cosas tal como nosotros las vemos y sentimos. Quizá sea porque sabe que nos hace bien decir nuestro dolor y contar nuestras penas a alguien que comprende y que, una vez libres de nuestra carga, podemos escuchar mejor lo que él tiene que decirnos.

Entonces podemos saciar nuestra sed con el agua viva del manantial de Quien nos ve. Un Dios que nos busca cuando le huimos, que nos sigue amando cuando no somos amables, que nos acepta cuando somos inaceptables y que nos soporta aún cuando somos insoportables. Quien rescató a Agar de la muerte aquella noche oscura en el desierto, te sale al encuentro a ti en el tuyo. “El que te ve” te escucha, te comprende, conoce bien tu caso. Te acepta y te propone empezar de nuevo a construir –o reconstruir– con su ayuda un nuevo futuro para ti y los tuyos.

Fuente: Publicaciones Adventistas. Revista Adventista de Enero 2010

28 ago 2010

Aprende a perdonar

Por: Lourdes E. Morales-Gudmundsson

La doctora Val Shean, una veterinaria cristiana que puso su clínica en Uganda, África, ha logrado abrir puertas para el evangelio por cuidar el ganado de la tribu de los Karamajong. Pero no solo para el evangelio, sino para la reconciliación entre facciones dentro de esta tribu que ha tenido un largo historial de conflictos.

Poco después de poner su clínica, un miembro del personal desfalcó miles de dólares de la cuenta de la clínica. Este hombre supuso que sería despedido, pero tal no fue el caso. La Dra. Shean pensó así: “Vine a África para compartir el amor de Cristo, no para proteger una cuenta bancaria.” Así fue cómo la médica enfrentó a este hombre, que confesó la malversación de fondos. ¿La respuesta de ella? “Te perdono. Ahora bien, vamos a hacer un plan para que devuelvas el dinero en pagos mensuales y… ¡volvamos ya a trabajar!” El perdón de esta cristiana impactó tanto a este señor, que le abrió el corazón al evangelio y se entregó a Cristo. Diez años después, este señor sigue siendo uno de los miembros más fieles del equipo de la doctora Shean.*

No hay duda alguna de que el perdón tiene un poder transformador para la vida humana. La filósofa Hannah Arendt señala que si no fuera por el perdón, los seres humanos seríamos condenados a cargar la acumulación de ofensas de toda una vida… ¡hasta la tumba! Mirado exclusivamente desde una perspectiva humana, la filósofa tiene toda la razón. ¡Qué destino más espantoso!

Por eso los cristianos tenemos un privilegio tan inmenso al contar con el perdón de Dios. Por la fe nos asimos de ese perdón para ir dejando atrás las cargas emocionales del pasado, y para entrar con la frente en alto en una dimensión que nos permite perdonar a los demás.

Debbie Cuevas Morris fue víctima de una violación por el hombre que se hizo famoso a causa de la película Dead Man Walking [El muerto que camina]. Por la gracia de Dios, ella no murió a manos de este criminal, como murieron otras víctimas; pero la vida de Debbie se convirtió de ahí en más en una tortura de miedos y rabia: Miedo porque el hombre saliera de la cárcel y la matara, tal como él se la había asegurado, y rabia por sentirse inútil y marginada frente a la atención que la monja Helen Prejean y la prensa le prestaban al violador y no a ella, la víctima.

Un día le llegó la noticia de que su agresor había recibido la pena de muerte. Pero ni esto la tranquilizó. Un día, sentada en la iglesia, se dio cuenta de que lo que le faltaba para poder desligarse de una vez por todas de la carga de dolor que la embargaba era perdonar a Robert Willie, su agresor. Allí mismo hizo la decisión de entregar a este hombre en las manos de Dios, y como resultado sintió que se le había quitado de encima una carga abrumadora. Con esa decisión, empezó su nueva vida de fe y confianza en el Señor y en los demás.

¿Qué ocurre en nuestras mentes cuando alguien comete una ofensa grave contra nuestra persona?

Por ejemplo, cuando somos víctimas de una traición, empezamos a dudar de que el mundo sea un lugar seguro o benevolente. Más aún, empezamos a dudar de nuestro propio valor como seres humanos, y nos preguntamos: “¿Será cierto que yo no valgo nada y que merezco lo que me hicieron?” Y si hemos sido los agresores, con más razón dudamos de nuestro propio valor intrínseco. Estas dudas nos hunden en un sumidero de incertidumbres, en el cual el enemigo de nuestras almas quiere que nos quedemos atascados, paralizados. Pero Jesús nos invita a mirar más arriba, para verlo colgado en una cruz, rogando por el perdón de los que lo crucificaban. Esa invitación es para que recapacitemos y veamos que Alguien ya pagó la deuda de nuestro pecado y del pecado ajeno. Solo queda que tú ejerzas la fe en el perdón divino y pongas en práctica ese mismo perdón para con los que te hayan ofendido. ¿Por qué? Porque somos los perdonados.

El modelo divino del Dios amoroso y perdonador en el centro de nuestra fe te servirá frente cualquier ofensa. Para poner ese modelo en marcha, debes entender que la muerte de Jesús le abrió la puerta de la gracia y el perdón a toda la humanidad. Esa muerte fue valedera para la salvación de “todo aquel que en él cree” (S. Juan 3:16). Pero no todos creerán ni aceptarán la muerte expiatoria de Cristo. Asimismo, tú podrás perdonar a tu ofensor, pero no siempre podrás reconciliarte con él.

¿Cuál es la diferencia entre el perdón y la reconciliación?

El perdón es como una calle de un sentido. Sale de la persona ofendida y se dirige hacia su ofensor. Cuando llega al ofensor, éste puede o no aceptar el regalo que su víctima le extiende generosamente. Si lo acepta, habrá un arrepentimiento acompañado por una disculpa sincera. Esta disculpa le abrirá paso a la reconciliación. Si el ofensor no acepta el regalo, entonces cerró la puerta de la reconciliación. Por lo tanto, la reconciliación debe entenderse como una avenida de dos sentidos: Por una vía pasa el perdón inmerecido de parte de la persona ofendida hacia su ofensor y, en sentido contrario, la confesión y el arrepentimiento del ofensor hacia la víctima.

¿Se puede perdonar al ofensor que no se arrepiente?

Sí, puesto que perdonar beneficia, más que a nadie, a la persona ofendida. David Pelzer fue abusado cruelmente por su madre cuando era niño; el peor caso de abuso de un niño en la historia de California hasta esa fecha. La madre tenía otros hijos pero, por alguna razón, dirigió todo su odio hacia David. Tanto sus hermanos como su propio padre guardaban un silencio cómplice para no despertar la furia de esta mujer. En su libro A Boy Called “It” [Un niño llamado “Cosa”], Pelzer cuenta cómo la inquina de su madre era tal que no era capaz de llamarlo por su nombre. Por fin, una maestra se fijó en los moretones que el niño tenía en la cara y en los brazos, y se ocupó de informar el caso a las autoridades.

Gracias a la intervención de personas caritativas y de agencias del Estado, David se educó y ha dedicado su vida a prevenir el abuso de los niños. En un segundo libro, A Man Named David [Un hombre llamado David], relata cómo ha logrado perdonar a su madre y cuántas veces ha intentado, sin éxito, reconciliarse con ella. Aunque ella lo sigue despreciando, Pelzer insiste en que no dejará de perdonarla, y añora el día cuando ella reconozca el error de su comportamiento para con él. Pero si ese día nunca llega, él queda conforme consigo mismo porque la pudo perdonar.

¿Qué quiere decir perdonar, si no es reconciliarse?

Perdonar quiere decir que se intensifica en ti el deseo de abandonar los sentimientos justificados de encono contra una persona que te ha hecho un daño. Este deseo puede nacer de una convicción religiosa, de un deseo de reentablar una relación con la persona ofensora, o ¡simplemente de sentirte hastiado de cargar a esa persona en tu alma! O sea, cuando el negativismo de cargar resentimientos empieza a enfermarte, esto también puede ser un motivo para perdonar. El asunto es que hay algo que Dios ha puesto en cada uno de nosotros que pide perdonar y ser perdonados. Es la única forma de volver a una vida equilibrada y saludable, enraizada en un presente esperanzado, y no en un pasado oscuro y sin esperanzas de cambiar. De hecho, no hay nada que pueda cambiar el pasado; ni perdonar ni dejar de perdonar. Sin embargo, el perdón nos alivia.

Al perdonar, no aprobamos el mal que se nos hizo sino que nos libramos de la carga de malestar que nos dejó aquella ofensa. Es un favor que la víctima se hace a sí misma; y si el ofensor acepta el perdón, también se favorece. Al perdonar, no aspiramos cambiar nada más que el presente y nuestras actitudes hacia los demás. Lo ha dicho todo el poeta José Martí:

Cultivo una rosa blanca
en junio como en enero
para el amigo sincero
que me da su mano franca.
Y para el cruel que me arranca
el corazón con que vivo,
cardo ni ortiga cultivo;
cultivo la rosa blanca.

El perdón puede ir más allá de una decisión, para convertirse en un estilo de vida, una manera de responder a las injurias con un espíritu noble y paciente. Esto no quiere decir que el perdón impida que se busque la justicia. De ser necesario, se pueden utilizar los medios disponibles por las leyes de un país para conseguir un fallo que ayude a equilibrar la balanza de la justicia. Pero solo el perdón te dará la tranquilidad de espíritu para recoger el hilo de tu vida y recobrar el gozo y la paz, y tal vez inclusive la salud.

* Ken Sande, “Embezzlement, Murder, and Forgiveness” Reconciled: Online Version (A Communication of Peacemaker Ministries), abril, 2010.


La doctora Lourdes Morales Gudmundsson es profesora de Lengua y Literatura Española en la Universidad de La Sierra, en Riverside, California. Es autora de varios libros, incluyendo el conocido libro “Te perdono, pero”. Consiga información en www.libreriaadventista.com

Fuente: Revista El Centinela, Agosto 2010

31 jul 2010

Cuando la fe y la razón están en tensión

Por: L. James Gibson

La experiencia y la revelación son medios por los que los cristianos obtienen conocimiento. La experiencia conduce al conocimiento a través de la razón, en un proceso de descubrimiento. Tendemos a aceptar la razón como verdadera cuando podemos confirmarla con experiencias adicionales. La revelación, por otra parte, puede proporcionarnos conocimientos más allá de nuestra capacidad de descubrir, relacionados a asuntos fuera del alcance de nuestra experiencia. No siempre podemos probar revelaciones por la experiencia. En lugar de ello, nuestra evaluación de la revelación depende de nuestra evaluación respecto a la confiabilidad de la fuente de la revelación. Este análisis requiere el uso de la razón, probando que ésta es indispensable incluso para recibir la revelación. La aceptación de la revelación como verdad se basa en la confianza en el Revelador: una condición llamada fe. El cristiano considera a ambas, como regalos de Dios.

Siendo que tanto la razón1 como la revelación provienen de Dios, deberían estar en armonía completa; sin embargo parecen estar en conflicto cuando procuramos comprender el mundo que nos rodea. Este artículo discute algunos factores que contribuyen al conflicto entre ciencia y fe y sugiere formas en que los cristianos pueden manejar el conflicto.

¿Por qué a veces fe y ciencia se enfrentan?

Existen al menos dos factores que contribuyen a un potencial choque entre ambas. Primero, falta de información. Si conociésemos todo sobre la revelación y la razón, podríamos saber donde está la verdad. Pero no sabemos todo y por lo tanto, el conflicto es posible. Además, parte de lo que consideramos conocimiento, es falso. Los cristianos sinceros con frecuencia discrepan sobre un mismo punto de la revelación; no se debe a diferencias en la revelación, sino a diferencias en interpretación. Asimismo, los científicos discrepan respecto a cómo interpretar datos, y la historia de revoluciones científicas nos recuerda que el consenso no es ninguna protección en cuanto a futuras reinterpretaciones.2

En segundo lugar está el orgullo humano. Éste puede manifestarse de diversas maneras: orgullo sobre la opinión es una de ellas. Una vez que tenemos una postura es difícil admitir que nos equivocamos y cambiar nuestra opinión, especialmente si el proceso es público. Tanto los científicos como los estudiosos de la Biblia pueden sentir que es difícil retractarse de creencias que han expresado. El orgullo de nuestra autosuficiencia también puede dificultar la aceptación de la revelación. Preferimos aprender algo por esfuerzo propio, a que alguien nos dé la respuesta esperando que la aceptemos. Esto es especialmente difícil si la relación entre el que brinda la revelación y el receptor no es estrecha. Otro problema del orgullo es que la revelación bíblica a menudo es desagradable. La Biblia revela que los seres humanos son fáciles de engañar, están propensos al error y son incapaces de discernir la verdad acerca de Dios. Incluso los seres humanos pueden a veces ser suficientemente perversos como para rechazar deliberadamente la revelación, incluso aunque vaya contra la razón (Romanos 1:18-25).

Respuestas para el conflicto entre fe y ciencia

Se han propuesto varias respuestas para manejar el aparente conflicto entre fe y ciencia.3

Negación del conflicto. Algunos eruditos procuran negar cualquier conflicto. Lo que parece ser un conflicto puede en realidad ser verdad en un cierto sentido que todavía no entendemos (“complementariedad”). Ambas pueden ser entendidas como entidades que se ocupan de distintas esferas (“disociación”) y el conflicto puede ser el resultado de aplicar mal una u otra fuente del conocimiento a preguntas fuera de su esfera legítima. Una forma de esta discusión es la postura “Magisteria sin traslapo”4 impulsada por el ya fallecido Stephen Gould. Según él, la ciencia se ocupa del mundo material mientras que la Escritura se ocupa de conceptos abstractos, tales como Dios, valores, moral, etc. Si esta postura fuese cierta, no deberíamos estar analizando este asunto. Tales puntos de vista son claramente incorrectos. Tanto la ciencia como la Escritura se ocupan claramente de asuntos en común. Quizás el más importante es el origen y naturaleza de los seres humanos.

Admitir el conflicto pero negar la resolución. Otra posibilidad es reconocer el conflicto pero considerarlo insuperable. Se puede mantener el aislamiento entre ciencia y fe sin permitir que interactúen (“compartimentalización”), o admitir el conflicto, pero adoptar la postura que es imposible saber cuál es la verdad (“agnosticismo”). Algunos, como alternativa, prefieren aceptar una fuente y rechazar la otra (“truncamiento”). Muchos cristianos simplemente rechazan la ciencia bajo la premisa que es trabajo del Diablo, mientras que muchos secularistas rechazan la Biblia como una obra de ficción. Tales posturas pueden ser utilizadas para evadir el duro trabajo de ocuparse de estos asuntos, pero a la vez, impiden cualquier acercamiento y dejan al individuo en un limbo intelectual.

Integración priorizada. Esta postura intenta integrar fe y ciencia en una cosmovisión globalizada; es una tarea ardua, pero a fin de cuentas es la opción más satisfactoria. Requiere que uno identifique puntos de conflicto, evalúe la evidencia pertinente tanto de la ciencia como de la Biblia y estime la probabilidad de cada propuesta. Por ejemplo, al evaluar las posturas enfrentadas respecto al origen de los seres humanos, uno puede considerar si es más plausible que hayan sido creados directamente por intervención divina o por medio de procesos que se pueden observar en la naturaleza.

La integración priorizada es compatible con la razón y con la revelación. La razón se utiliza para examinar las evidencias científicas así como también las bíblicas y para evaluar el grado de verdad de cada postura. Es consistente con la revelación porque los escritores bíblicos se refieren en forma positiva, aunque a veces con precaución, a ambas fuentes de conocimiento. Muchos de ellos apoyan la razón, la sabiduría o conceptos similares (Hechos 18:4; Isaías 1:18; 1 Pedro 3:15; Proverbios 3:13-15; 1 Juan 4:1). En la Biblia también se habla en forma positiva de la revelación (Juan 17:17; 1 Pedro 1:25; Deuteronomio 29:29; Amós 3:7).

Los autores bíblicos afirman que la razón y la revelación son fuentes de conocimiento acerca del mundo, pero no les atribuyen igual confiabilidad a ambas fuentes. La Palabra de Dios se presenta como absolutamente verdadera y vinculante. La razón humana es engañosa y ocasionalmente debe ser corregida por revelación divina (1 Corintios 1:19, 20; Romanos 1:21, 22; Eclesiastés 8:17; Isaías 40:25, 26). Aunque los cristianos tienen mucho respeto por la razón y la revelación, en caso de conflicto le dan prioridad a la revelación. Algunos cristianos sostienen que puesto que la revelación es más confiable, se puede hacer caso omiso de la razón en áreas de conflicto. Desafortunadamente, la situación no es tan simple e incluso la Biblia puede ser utilizada incorrectamente (2 Pedro 3:16; Mateos 4:5, 6; Juan 5:39, 40). Los seres humanos también pueden malinterpretar la revelación divina; así que es preciso ser cauteloso. La razón debe ser usada para evaluarse correctamente a sí misma, y ésta puede ser una fuente de dificultad al intentar resolver aparentes conflictos entre la revelación y la razón.

Puede ser que en ciertos casos haya que suspender un fallo, y en todos los casos debemos reconocer la falibilidad de nuestros propios juicios y opiniones. Sin embargo, esto no significa que debemos refugiarnos en el agnosticismo. Podemos utilizar nuestra razón para tomar la decisión de ejercitar la fe, mientras reconocemos que la fe es una opción que no está basada en la demostración de nuestra creencia.

Cuatro puntos de conflicto acerca de los orígenes

Las posturas sobre los orígenes se diferencian en un sinfín de detalles, pero la mayor parte de éstos surgen de algunos puntos centrales que incluyen los siguientes pares de asuntos contrastantes.

1. Dios y naturaleza.

1.A. Creación: Dios actúa en la naturaleza. Su accionar incluye actividades regulares de mantenimiento, consideradas como leyes naturales y también hechos específicos que consideramos singulares o milagrosos.

1.B. Evolución: Todos los acontecimientos en la naturaleza ocurren de acuerdo a leyes naturales. Aunque Dios existiera, podría ser o no ser, que haya originado el universo con el Big Bang; pero en cualquier caso, no interviene en acontecimientos naturales ni lo ha hecho en el pasado.

2. Dios y los seres humanos.

2.A. Creación: Dios creó una gran diversidad de vida desde el principio. Los seres humanos son resultado de una creación especial, dotados con cualidades según la imagen de Dios.

2.B. Evolución: La vida surgió como resultado de leyes naturales y se ha desarrollado a partir de un ancestro común hasta llegar a la gran diversidad actual. Los seres humanos fueron parte de ese proceso y son básicamente animales con cerebros altamente desarrollados.

3. Dios y el tiempo.

3.A. Creación: La creación no requirió períodos de tiempo prolongados. El universo fue creado ex nihilo, por la palabra de Dios. Las condiciones necesarias para la vida en nuestro planeta y la vida en sí misma, fueron creadas en un corto período semanal. La creación del mundo ocurrió en algún momento pasado que puede medirse en miles de años, aunque otros mundos pudieron haber sido creados con anterioridad.

3.B. Evolución: La producción de organismos vivos y sus medioambientes ocurrió a través de procesos naturales y graduales que requieren períodos de tiempo que se miden en centenares a miles de millones de años. Nuestro planeta es apto para la vida porque por casualidad tenía las características necesarias para su desarrollo.

4. Dios y el mal natural.

4.A. Creación: El mal natural no existía en la creación original. A Adán y Eva, se les dio la responsabilidad de cuidar el planeta y sus organismos vivos. Por la caída en el pecado, Satanás se apoderó del planeta provocando la existencia del mal natural, muerte, enfermedad, destrucción, etc. A través de Jesucristo, el dominio será restaurado a los seres humanos.

4.B. Evolución: El mal natural es el resultado lamentable del funcionamiento de las leyes naturales. No hay Diablo, ni Adán, ni caída ni ninguna restauración futura.

La mayor parte de los detalles de interpretación que distinguen la creación de la evolución están ligados a estos cuatro pares de alegatos discrepantes. La primera postura, que plantea la relación de Dios y la naturaleza, constituye la base para los otros dilemas. La manera en que cada uno responde a estas cuestiones va a influir sobre el modelo de los orígenes que se favorece. A continuación se detallan algunos ejemplos.

Tentativas de reconciliar ideas sobre los orígenes

Se han realizado numerosos esfuerzos para combinar ideas de la ciencia y la fe en Dios. A continuación se considerarán sólo las más populares. Una discusión más extensa está disponible en otras fuentes.5

La evolución teísta acepta las conclusiones científicas basadas en la filosofía naturalista, pero intenta incluir cierta influencia divina para justificar la idea que la creación de los seres humanos fue intencional y no accidental. Es un modelo muy popular, probablemente porque parece estar basado en la ciencia pero no excluye a Dios. Sin embargo, hay una inconsistencia lógica al intentar construir una visión de la actividad divina sobre la base filosófica del naturalismo que niega la acción de Dios en la naturaleza. La parte teísta de la evolución teísta contradice la base filosófica de la postura científica actual que separa a Dios de la naturaleza. La parte evolutiva contradice la posición bíblica de una creación especial. Teológicamente, la evolución teísta parece ser la peor propuesta disponible. El dios de la evolución termina siendo peor que la ausencia de un dios. Científicamente, los modelos evolutivos son refutados por la evidencia que sugiere la falta de procesos naturales para generar nuevas formas morfológicas o la información que regula su desarrollo. En última instancia, la evolución teísta no logra reconciliar la ciencia y la Biblia porque somete la Biblia a deducciones científicas basadas en naturalismo filosófico, y también porque no proporciona explicaciones satisfactorias sobre fenómenos de la naturaleza, tales como el origen de la vida, nuevas formas moleculares, etc.

La creación progresiva sugiere que Dios creó diversas clases de organismos, destacándose los seres humanos, pero lo hizo durante mucho tiempo. Entre las creaciones sucesivas existieron largos períodos durante los cuales ocurrieron procesos ordinarios de selección natural que originaron diversificación y evolución en pequeña escala. Este modelo deja abierta la posibilidad de que los seres humanos pudieron haber sido creados en una creación especial reciente, quizás la creación descrita en Génesis. Científicamente, este modelo tiene la particularidad objetable de plantear una creación especial siempre que fuese conveniente, como si Dios interviniese para llenar huecos. Además, la secuencia de los supuestos acontecimientos de la creación en el registro fósil difiere de la secuencia del Génesis. Teológicamente, el modelo no puede explicar la causa de la muerte, puesto que implica que ya estaba presente mucho antes que existiera cualquier ser humano. Asimismo, invalida la idea de una caída en pecado, puesto que el registro fósil no indica ningún cambio en la naturaleza luego de la aparición de los fósiles humanos. Esto elimina la base lógica para la historia de la salvación. Aunque la creación progresiva es mejor que la evolución teísta, no logra reconciliar la ciencia y la Biblia porque viola normas del pensamiento científico al introducir a Dios, siempre que un “hueco” lo requiere, y destruye la lógica sobre la que se basa el tema central de la salvación bíblica.

La creación en dos etapas de Génesis6 es una teoría basada en Génesis 1:1 que hace referencia a una creación original del universo que dejó la tierra en condiciones inhabitables. Esto puede haber durado algunos momentos o un largo período de tiempo. Mientras la tierra estaba en esta condición oscura, húmeda, inadecuada para la vida, Dios, en una semana, creó una variedad de habitats y los pobló con organismos vivos. Al comienzo de la creación todo era inmaculado, pero el pecado de Adán acarreó el dominio de Satanás sobre la tierra, lo cual introdujo enfermedad y muerte. A su debido momento Dios volverá a crear y restaurar un mundo sin fallas, pero siempre respetando la libertad de elección humana. Teológicamente, esta teoría es por lejos superior a cualquier otra propuesta anterior. Científicamente, plantea algunas preguntas que merecen ser discutidas.

El registro de la creación de Génesis introduce una pregunta en relación a los acontecimientos del primer y cuarto día de la creación. La tierra se ilumina el primer día, pero el sol no se menciona hasta el cuarto día. ¿Cómo se produjeron los primeros tres días y noches? Se han propuesto tres soluciones: (1) La luz de los primeros tres días pudo haber sido producida por algo distinto al sol. La presencia de Dios pudo haber sido la fuente de la luz. O quizás una supernova iluminó la tierra en aquel momento. Entonces el sol podría haber sido creado en el cuarto día. (2) El sol ya existía en el primer día, pero no era visible como objeto distinto, quizás debido a una cubierta de nubes que tornaba la luz difusa. En el cuarto día la cubierta de nubes se disipó y el sol se pudo ver. (3) El sol estaba presente y visible a partir del primer día, pero en el cuarto fue designado para “gobernar” el día y señalizar las estaciones. Nuestra inseguridad en relación a cuál es la posibilidad correcta no significa que la pregunta no tenga solución; simplemente significa que no la conocemos.

El modelo de la creación en dos etapas también tiene algunos problemas a nivel científico. Los más conocidos son la determinación de la antigüedad por medio de radioisótopos y la secuencia fósil. Ciertas rocas contienen productos de decaimiento radiactivo que requerirían cientos de millones de años para acumularse a través de procesos naturales. El modelo de creación en dos etapas contempla la posibilidad que algunas rocas puedan ser muy antiguas, pero no explica por qué debería haber una progresión de fechas de lo más antiguo a lo más reciente. La existencia de un registro fósil se clarifica fácilmente en el modelo de creación en dos etapas como resultado de una catástrofe global conocida como Diluvio. Sin embargo, el modelo no explica por qué los fósiles aparecen en una secuencia ordenada de modo que organismos de clases similares se encuentran en estratos geológicos sucesivos y generalmente esto se puede observar en áreas muy amplias del mundo. ¿Cómo es posible que una catástrofe global crease una secuencia fósil ordenada en lugar de un desorden caótico? Quizás el mundo pre-diluviano estaba muy ordenado y la catástrofe mundial ocurrió muy ordenadamente siguiendo una secuencia de etapas. Aunque esta explicación es aceptable dentro del modelo bíblico de creación en dos etapas, es una adición ad hoc al modelo.

Aunque el modelo bíblico de creación en dos etapas no proporciona una explicación para todas nuestras preguntas, parece ser el mejor modelo disponible. Otorga el reconocimiento apropiado al registro bíblico a la vez que acepta tantos argumentos científicos como es posible para ser coherente con las enseñanzas de las escrituras. Una ventaja de esta teoría en comparación con las otras, es que propone la existencia de un Creador omnisapiente y omnipotente que tiene el poder y capacidad de realizar cualquier fenómeno en la naturaleza. Sin embargo, el hecho de que restan preguntas para las cuales el modelo no proporciona ninguna respuesta indica que tenemos más para aprender en esta área.

Fe y razón: viviendo con la tensión

Habiendo comprendido la tensión existente entre fe y razón, resta preguntarnos ¿cuál es la respuesta apropiada para nosotros mismos y qué podemos hacer por aquellos que nos pidan ayuda para entender estos temas?7

Primero, podemos contribuir explicando la naturaleza y limitaciones de la ciencia. El éxito de la tecnología y de la ciencia experimental es tan grande que muchos se dejan influenciar por declaraciones de científicos, incluso en áreas que están fuera del ámbito científico. Es necesario explicar las diferencias entre la ciencia experimental e histórica. Para la persona inexperta quizás no sean muy obvias las dificultades resultantes de intentar contestar las preguntas y puntos específicos de todo lo relacionado a los orígenes. Sin embargo, hacerlo es crucial para entender porqué la ciencia puede ser tan exitosa en ciertas áreas y tan especulativa en otras. La figura 1 presenta un esquema que puede ayudar a lograr esto.

En segundo lugar, podemos compartir la realidad de que no podemos probar nuestras creencias. No podemos probar ninguna cosa sin hacer suposiciones y son nuestras suposiciones las que determinan lo que podemos probar. Recién cuando se tienen suposiciones en común uno puede probarse mutuamente un asunto. Las personas seculares usualmente hacen suposiciones que son incompatibles con las suposiciones de los cristianos. Por ello no es llamativo que los conflictos queden sin resolver. Nunca podremos probar que la creación existió; tampoco podemos usar argumentos basados en la ciencia naturalista para demostrar que la teoría de la evolución está errada, aunque sí podemos mostrar que tiene ciertos problemas. Debemos aprender a vivir tranquilos a pesar de la falta de pruebas, mientras continuamos buscando una comprensión más profunda de la verdad.

Tercero, podemos ayudar desarrollando el pensamiento crítico. Debemos animar a otros que sean cautelosos respecto a lo que oyen; que aprendan a distinguir entre buenos y malos argumentos y entre datos e interpretaciones. Las personas que creen en la creación son propensas a aceptar malos argumentos. Por ejemplo, en cierto momento los creacionistas hicieron saber que habían hallado huellas de dinosaurio y humanas mezcladas, en el lecho calizo del río de Paluxy de Tejas. Esto ha sido repetido centenares de veces, aun cuando los responsables se hayan retractado de su “descubrimiento”.

Otro argumento pobre es que la tierra no puede ser muy antigua porque la población humana ha estado aumentando demasiado rápido. Serían necesarios apenas algunos miles de años para producir el número de personas que viven actualmente. Sin embargo, la población humana no podría multiplicarse a la velocidad actual si no fuese por el desarrollo de la agricultura, la producción de metales, la introducción de la escritura y las mejoras en el área de la salud. Estos inventos aumentaron la capacidad de carga del medioambiente para beneficio de poblaciones más numerosas. Sin éstos y otros inventos, Norteamérica aún tendría una población de unos pocos millones de personas, semejante a la de hace 500 años.8

Los evolucionistas también presentan malos argumentos. Por ejemplo, a veces afirman que la historia de la arca de Noé no podría ser real porque tendría que tener capacidad para todas las especies conocidas actualmente, incluyendo millones de tipos de insectos. Pero los creacionistas no creen esto. El arca fue construida para los vertebrados terrestres y desde el diluvio ha ocurrido diversificación.

Cuarto, con nuestro ejemplo podemos mostrar a otros que podemos creer aun siendo concientes de que hay dificultades para integrar la razón y la fe. Nuestra fe no necesita ser desestabilizada por aceptar la realidad que hay preguntas para las cuales no podemos proporcionar respuestas empíricas. Podemos fortalecernos observando la actitud de quienes se dan cuenta de los problemas y sin embargo han tomado una decisión consciente de aceptar el registro bíblico como un acto de fe que no está enfrentado a la razón, sino que se elige a través de un acto de la razón.

Finalmente lo más importante es que debemos desarrollar la capacidad de pensar y actuar desde una perspectiva cristiana y más específicamente creacionista. Esto requiere disciplina mental y perspicacia para reconocer las implicancias de ciertas ideas y la necesidad de reinterpretación. También requiere tener en claro la diferencia entre datos e interpretación. Debe recalcarse la necesidad de realizar con mucho cuidado la recolección de datos, de analizarlos aplicando análisis crítico y de colaborar con colegas con el fin de elaborar interpretaciones basadas en supuestos cristianos.

L. James Gibson (Ph.D., Loma Linda University) es el director del Geoscience Research Institute. Su dirección es: 11060 Campus Street; Loma Linda, California 92350; EE.UU. Página de Internet: www.grisda.org.

REFERENCIAS

1. Aquí y en el resto del artículo, la “razón” se utiliza para indicar razonamiento humano basado en la experiencia y observación, independientemente de revelación divina, especialmente en ciencia.

2. T. S. Kuhn, The Structure of Scientific Revolutions, 2nd ed. (Chicago: University of Chicago Press, 1970).

3. E.g., ver Ian G.Barbour, Religion and Science: Historical and Contemporary Issues (San Francisco: Harper, 1997); J. F. Haught, Science and Religion: From Conflict to ConversationOrigins 59 (2006):6-42. (Mahwah, NJ: Paulist Press, 1995); L. R. Brand, “A biblical perspective on the philosophy of science,”

4. S. J. Gould, Rocks of Ages: Science and Religion In the Fullness of Life (Nueva York: Ballantine Books, 2002). Otro biólogo evolucionista ha señalado la “duplicidad” de planteamiento de Gould; ver K. R. Miller, Finding Darwin’s God (Nueva York: HarperCollins Perennial edition, 1999, 2002), p. 170.

5. J. Gibson, “Issues in ‘Intermediate’ models of origins,” Journal of the Adventist Theological Society 14 (2004)2:71-92.

6. Esta idea básica es ampliamente aceptada por los creacionistas, aunque existen diferentes opiniones respecto a la duración del tiempo durante el cual la tierra estuvo deshabitada.

7. Ver A. Plantinga, “When faith and reason clash: Evolution and the Bible,” Christian Scholar’s Review 21 (1991):8-32.

8. Recientemente Jared Diamond informó que se estima que llegarían a ser hasta veinte millones; los cálculos anteriores estimaban en torno a un millón. J. Diamond, Guns, Germs, and Steel: The Fates of Human Societies (New York: W.W. Norton, 1997, 1999).

Fuente: Dialogo Adventista. Vol. 19, No. 2-3 (2007)