22 dic 2008

Nuestra Sagrada Misión

¿Pueden otros ver a Cristo en sus seguidores?

Ser cristiano significa ser como Cristo, seguir al Salvador. Seguirlo significa obedecerle. Ningún soldado puede seguir a su líder a menos que obedezca sus órdenes. Seguirlo significa imitarle. “Aprended de mí”, dice el gran Maestro a los que han adoptado el nombre de cristianos. Mantened vuestros ojos fijos en el Modelo. Haced todas las cosas para su gloria y con el amor que él os profesa.

El cristiano es la luz del mundo, y la única Biblia que muchos podrán leer. Por medio de los cristianos los hombres ven a Dios. Cuán cuidadosos, por lo tanto, deberían ser los que han tomado el nombre de cristianos. Pero muchos cristianos profesos crucifican una vez más al Hijo de Dios y lo avergüenzan. El que falla en corregir los errores que le muestra el espejo divino, muestra al mundo una representación miserable de Cristo. Los ángeles, apenados, cubren sus rostros. El mundo ve que no profesan lo que dicen ser, y se alejan de esa falsificación. Los cristianos están bajo el dominio de Cristo o bajo el control del enemigo. O su influencia es sabor de vida para vida, o de muerte para muerte. Deciden hacer el bien o harán daños incalculables.

Viviendo como vencedores
Los hijos de Dios han sido redimidos de la esclavitud de Satanás, y ahora deben permanecer bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel, para trabajar desinteresada y fielmente por aquel al que pertenecen. Siempre deben recordar las palabras: “No sois vuestros; porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Al tomar el nombre de cristianos, prometieron ser fieles a Dios. Se hallan unidos con él y con los ángeles en una relación de familia, porque Jesús los ha librado de la opresión del tirano. En todos los ámbitos, sus acciones deben ser propias de los santos. Deben descartar toda acción impropia, y vivir una vida nueva y santa. Al hacerlo, mostrarán que son dignos de su sagrado cometido, que han nacido de nuevo, no de la carne sino del Espíritu, que ya no viven para sí sino para Dios, a quien pertenecen y sirven.

El apóstol Pablo dice: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”. Como soldados valientes y verdaderos, los cristianos deben obedecer las órdenes de su Capitán, porque han hecho la sagrada promesa de conducirse apropiadamente. Deben hacer sinceros esfuerzos para vencer todo lo que les impida alcanzar esa elevada y santa resolución. El cuerpo y la mente deben ser tratados con el mayor respeto, porque pertenecen a Cristo. Deben mejorarlos día a día, para que se revele ante la atenta mirada de los ángeles, que Cristo no ha muerto en vano.

Una vocación superior
Al tomar el nombre de cristianos, prometisteis prepararos en esta vida para otra vida más elevada, en el reino de Dios. Tomad la vida de Cristo como modelo. Mantened siempre presente la eternidad. Seguid principios de acción justos, que con su influencia noble y refinadora restauraréis en el hombre la imagen moral de Dios. Al adoptar por fe los principios que son una expresión de la vida de Cristo, éstos serán en el alma como una fuente de agua que brota para vida eterna. El alma rebosa de las riquezas de la gracia de Cristo y refresca a otras almas. De esta manera el agente humano muestra que es fiel a la promesa que ha hecho. De esta manera trabaja en sociedad con Cristo, y muestra al mundo qué significa ser cristiano.

El evangelio es la voz del deber y la voz de Dios. En la vida de Satanás pueden verse los resultados de la deso-bediencia a sus principios, que debido a esto fue expulsado del cielo. A Lucifer, el querubín protector, le fueron otorgados los dones más elevados que podrían habérsele dado a un ser creado. Antes de su caída era un ser glorioso, y ocupaba una posición cercana a Cristo en las cortes celestiales. Pero al buscar ser igual a Dios trajo sobre sí la ruina irremediable.

Al ver esta lección puesta delante de nosotros, escondámonos en Cristo. Él es la fuente de toda sabiduría y poder. Mirad en la cruz de Cristo la garantía de nuestra salvación. Mirad al Salvador que entregó su vida para que pudiéramos ser cristianos.

Viviendo come él vivió
Los que viven la vida cristiana deben batallar contra la mentira del diablo, que afirma que el hombre no puede guardar la ley divina. ¿Podemos dudar del resultado de este conflicto? Dios vive, Dios reina, y diariamente produce milagros. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”. Ante el universo muestran que procuran vivir las palabras que dicen “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre . . . en esto pensad”.

“Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” son cualidades que constituyen el fruto del árbol cristiano. El árbol que solo tiene hojas, la vida que solamente es apariencias, debe ser marchitada por la maldición divina, así como sucedió con el árbol que ostentaba su follaje abundante ante el Salvador.

Que Dios nos ayude a ser verdaderos cristianos, consecuentes en el presente y en el futuro, personas de acciones honradas, palabras amables y pensamientos puros. El verdadero cristiano vive la vida de Cristo. En todas sus transacciones ensalza la bandera de la cruz. Si no es entendido, no se ofende, sino que continúa su camino de la misma manera. Se muestra amable, considerado y paciente. Se examina a sí mismo con cuidado, para no negar a su Señor en palabras o acciones. Escoge el camino de Dios. Cada día de su vida sirve con generosidad a los demás. La luz que lo acompaña brilla hacia los demás, y acalla las disputas. Día a día, aun de manera inconsciente para sí mismo, lleva adelante ante los hombres y los ángeles un experimento vasto y sublime, al mostrar lo que puede hacer el evangelio por los seres humanos.

Este artículo apareció por primera vez en la revista Signs of the Times del 10 de julio de 1901. Los adventistas creen que Elena White ejerció el don bíblico de profecía durante más de 70 años de ministerio público.

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