28 ene 2009

Nuestra misión, el Mundo

Por:

Las vidas de los que están conectados con Dios son fragantes en obras de amor y bondad. El dulce sabor de Cristo los rodea; la influencia que ejercen eleva y bendice a los demás. Son árboles que dan fruto. Los hombres y mujeres con semejante marca de carácter servirán a sus prójimos mediante actos de bondad y trabajo serio y sistemático.

La importancia del yo, la vanidad y el orgullo, jamás deberían interferir con la obra sagrada. Los que han sido exaltados porque pueden hacer algo en la causa de Dios, estarán en peligro de echar a perder la obra por su presunción, y arruinarán así sus propias almas.

Todos los que trabajan en la obra de Dios deberían hacer que su misión sea lo más atractiva posible, para que su comportamiento no produzca aversión por la verdad. El yo debe estar escondido en Cristo, y los que trabajan para Dios deben poseer caracteres de sabor fragante. Ahora es el momento de realizar los esfuerzos más serios. Se necesita a hombres y mujeres para trabajar en el gran campo misionero con determinación; hombres y mujeres que oren y clamen para poder sembrar la preciosa semilla de la verdad, imitando así al Redentor, el príncipe de los misioneros.

Cristo dejó los atrios celestiales; dejó su puesto de honor, y por nuestra causa se hizo pobre, para que por su pobreza fuéramos hechos ricos. Trabajó en la viña en las colinas de Galilea, y finalmente regó con su propia sangre la semilla que había sembrado. Cuando la cosecha de la tierra sea reunida en los graneros del cielo y Cristo observe a los santos redimidos, verá el trabajo de su alma y estará satisfecho.

El que da mayores talentos a los que han perfeccionado sabiamente los talentos que se les han encomendado, está listo a reconocer los servicios de sus fieles seguidores en el Amado, ya que éstos han batallado mediante su poder y gracia. Los que han procurado desarrollar y perfeccionar el carácter cristiano mediante el ejercicio de sus facultades en buenas obras y en la siembra de las semillas de la verdad junto a toda agua, cosecharán, en el mundo venidero, lo que han sembrado. La obra iniciada en esta tierra será consumada en la vida más excelsa y santa, y durará por toda la eternidad. La negación y el sacrificio del yo que se necesitan para que el corazón realice las obras de Cristo, serán superados infinitamente por la rica recompensa del eterno peso de gloria, por los gozos de una vida a la altura de la vida de Dios.

Vivir por Cristo

Ninguno debería sentirse satisfecho de salvar solamente su alma. Los que aprecian el plan de salvación, el precio infinito que se pagó por la redención del hombre, no vivirán para sí. Estarán profundamente interesados en salvar a sus prójimos, para que Cristo no haya muerto por ellos en vano.

Todo el cielo está interesado en la salvación de las almas, y todos los que participan de los beneficios celestiales sentirán una ansiedad intensa para que el interés manifestado por el cielo no sea en vano. Cooperarán en la tierra con los ángeles del cielo, al manifestar su aprecio por el valor de las almas por las que Cristo murió. Mediante sus esfuerzos sinceros y sensatos, traerán a muchos al redil de Cristo. Nadie que sea partícipe de la naturaleza divina estará indiferente ante este asunto.

El mundo es nuestro campo de trabajo. Aferrados a Dios para recibir su poder y su gracia, podemos avanzar en el camino del deber como colaboradores con el Redentor del mundo. Nuestro trabajo es esparcir la luz de la verdad y adelantar la obra de la reforma moral, a fin de elevar, ennoblecer y bendecir a la humanidad. En todo curso de acción, deberíamos aplicar los principios de Cristo en el Sermón del Monte, y confiar entonces los resultados a Dios.

El gozo del servicio

“Os digo que así habrá más gozo en el cielo por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos que no necesitan de arrepentimiento”. “Así os digo que hay gozo delante de los ángeles de Dios por un pecador que se arrepiente”.

Si Dios, Cristo y los ángeles se regocijan cuando un pecador se arrepiente y se torna obediente a Cristo, ¿no debería estar el ser humano imbuido del mismo espíritu, y trabajar por el futuro y por la eternidad con esfuerzos perseverantes para salvar no solo su alma sino las almas de los demás?

Si trabajáis en esta dirección con interés sincero como seguidores de Cristo, cumpliendo todo deber, mejorando cada oportunidad, vuestras almas se adaptarán gradualmente al molde del cristiano perfecto. El corazón ya no se mostrará indiferente e insensible. La vida espiritual no se verá disminuida. El corazón brillará con la impresión de la imagen divina, porque estará en estrecha relación con Dios. La vida entera fluirá con alegre presteza en canales de amor y simpatía por la humanidad. El yo será olvidado, y sus acciones estarán de acuerdo con Dios. Al ofrecer el agua a los demás, sus almas también serán regadas.

El río que fluye de sus almas proviene de una fuente de agua viva, y fluye hacia los demás en buenas obras, en sinceros y abnegados esfuerzos por la salvación de ellos. A fin de ser un árbol fructífero, el alma debe apoyarse y nutrirse de la Fuente de Vida, y debe estar en armonía con el Creador.

La necesidad de consagración


Todos los que son fieles obreros de Dios entregarán de buena gana sus espíritus y todas sus energías como un sacrificio para Dios. En respuesta al toque divino, el Espíritu de Dios que opera sobre el espíritu de ellos convoca las sagradas armonías del alma. Esta es la verdadera santificación, según se revela en la Palabra de Dios, y es obra de toda la vida.

La obra que el Espíritu de Dios ha comenzado sobre la tierra para perfeccionar al hombre, será coronada por la gloria en las mansiones de Dios… Los momentos que se nos otorgan son pocos. Estamos ante los umbrales mismos de la eternidad. No hay tiempo que perder. Cada momento es sagrado y muy precioso como para ser dedicado meramente en beneficio propio.

¿Quién buscará a Dios con sinceridad, y tomará de él la fuerza y la gracia para ser su fiel obrero en el campo misionero? Los esfuerzos individuales son esenciales para el éxito de esta empresa.

1 ene 2009

Activos de Palabra y de Hecho

Somos llamados a esparcir el evangelio con diligencia.

Por: Elena G. de White

Nuestra fidelidad a los principios cristianos requiere el servicio activo por Dios. Los que no utilizan sus talentos en la causa y obra divinas, no tendrán parte con Cristo en su gloria. Toda alma receptora de la gracia divina debe producir luz. Muchas almas permanecen en tinieblas y, sin embargo, ¡qué calma, qué tranquilidad, qué sosiego sienten algunos!...

Se impone a todos los verdaderos seguidores de Cristo ser la luz del mundo. En esta gran tarea, Dios ya ha hecho su parte, y está aguardando la cooperación de sus seguidores. El plan de salvación ha sido expresado en plenitud. Se ofrece la sangre de Cristo para cubrir los pecados del mundo; la Palabra de Dios aconseja, amonesta, reprende, promete y anima a cada ser humano; la eficacia del Espíritu Santo es extendida para asistirlo en todos sus esfuerzos. Pero a pesar de toda esta luz, el mundo aún perece en la oscuridad, hundido en el error y el pecado.

¿Quiénes serán los obreros que trabajarán junto con Dios para ganar estas almas para la verdad? ¿Quién les llevará las buenas nuevas de salvación?

El pueblo que Dios ha bendecido con la luz de la verdad debe ser mensajero de misericordia. Sus medios deben fluir hacia los canales divinos. Sus mayores esfuerzos deben salir a la luz. Deben llegar a ser obreros con Dios, negarse y sacrificar el yo como hizo Cristo, que por nosotros se hizo pobre, para que por su pobreza fuéramos hechos ricos.

Socios del Cielo

En la obra de salvar las almas se combinan las agencias divinas y humanas. Dios ha hecho su parte, y ahora es preciso que los cristianos actúen. Dios... espera que su pueblo haga su parte para presentar la luz de la verdad a todas las naciones. ¿Quién se asociará al Señor Jesucristo? Él establecerá los términos y las condiciones. ¿Lo ha iluminado Dios con el conocimiento de sí? ¿Se han abierto los tesoros de su Palabra a su entendimiento, para que se torne inteligente respecto de las verdades allí reveladas? Vaya entonces a trabajar usando esas capacidades.

Si es humilde, puro de corazón y decidido, podrá ver las necesidades y carencias de la causa de Dios... Donde hay un obrero debería haber cientos de personas que reciben toda palabra que sale de la boca de Dios, y la dan a otras personas a medida que pueden recibirla. Se podría haber hecho cien veces más de lo que se ha logrado.

Entre los profesos siervos de Dios ha prevalecido el espíritu mundano, y las almas de los hombres no han sido estimadas con la mitad del valor que asignan a sus ganados, sus granjas y sus negocios. Dios les pedirá cuenta de este terrible descuido pasado pero, ¿qué harán en el futuro? ¿Comenzarán a cooperar con el gran Benefactor? Como seres humanos que han disfrutado de la luz de la verdad, ¿dejarán que esa luz alumbre a los que están en tinieblas?

Dios los ha honrado con el privilegio de ser colaboradores con Cristo en la gran cosecha. ¿Recibirán de corazón y con agradecimiento todas las ventajas que Dios les ha dado, y las mejorarán con diligencia, utilizando toda capacidad sagrada encomendada al servicio del Maestro? Su éxito en el avance de los caminos de Dios dependerá de cuanto se esfuercen por mejorar los talentos encomendados. Su recompensa futura será proporcional a la integridad y sinceridad con la que sirvan al Maestro

Toda empresa temporal y terrenal prospera en proporción a la sabiduría, el tacto y la concentración de la energía ejercitada en la adquisición del objeto deseado. Así también debe suceder en toda obra cristiana. Debemos trabajar de acuerdo con la Palabra de Dios. Debe haber una sabia planificación. Deben seleccionarse hombres y talentos apropiados para las diversas ramas de la obra. La Palabra de Dios debe ser nuestra guía en relación con las condiciones específicas por las que podemos llegar a ser obreros junto con Cristo. El deseo de acumular riquezas constituye una tendencia original de nuestra naturaleza, implantada por nuestro Padre Celestial con fines nobles.

Donde está tu corazón

Si le preguntara al capitalista que ha concentrado todas sus energías en alcanzar la abundancia, y que se muestra perseverante y trabajador para incrementar sus propiedades, con qué objetivo se afana de esa forma, éste no podría dar una razón, un propósito definido por el cual está adquiriendo tesoros terrenales y amontonando riquezas. No puede especificar algún gran propósito u objetivo, ni espera alcanzar alguna nueva fuente de felicidad. Continúa acumulando riquezas porque ha dedicado todas sus capacidades y energías en esa dirección.

Dentro del hombre de mundo habita el deseo profundo de alcanzar algo que no posee. Por la fuerza del hábito, ha dirigido todo pensamiento y propósito hacia la búsqueda de hacer provisión para el futuro y, a medida que envejece, se vuelve cada vez más ansioso por adquirir todas las ganancias posibles...

Toda esta energía, perseverancia, determinación y ahínco dedicado a las cosas terrenales es resultado de la perversión de sus capacidades tras un objetivo equivocado. Cada facultad podría haber sido cultivada hasta las mayores alturas por medio del ejercicio, en pro de la vida celestial e inmortal, y con un propósito de gloria infinitamente superior y eterno.

Debido a su perseverancia y energías, y a la utilización de cada oportunidad para incrementar sus posesiones, las costumbres y prácticas de los mundanos deberían ser una lección para los que dicen ser hijos de Dios y buscan la gloria, la honra y la inmortalidad. A lo largo de las generaciones, los hijos de este mundo han mostrado ser más sabios que los hijos de la luz, y en esto reside su sabiduría: Su objetivo son las ganancias mundanales, y a este fin dedican todas sus energías. ¡Oh, que este celo pudiera caracterizar a los que buscan las riquezas del cielo!


Este fragmento ha sido extraído de un art
ículo escrito en Basilea, Suiza, que apareció por primera vez cien años atrás en la Advent Review and Sabbath Herald (en la actualidad, Adventist Review;

Fuente: "Spanish Adventist World"

31 dic 2008

El Segundo Gran Mandamiento de Cristo

“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras”—Hebreos 10:24

Por:

Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado… En esto conocerán que sois mis discípulos…” Estas palabras no son palabras humanas, sino de nuestro Redentor. ¡Cuán importante es que cumplamos las instrucciones que nos ha dado! No hay nada que pueda hacer tanto para debilitar la influencia de la iglesia como la falta de amor. Cristo dice: “Yo os envío como a ovejas en medio de lobos. Sed, pues, prudentes como serpientes y sencillos como palomas”. Si hemos de enfrentar la oposición de nuestros enemigos, que son representados como lobos, cuidémonos de no manifestar entre nosotros el mismo espíritu. El enemigo sabe bien que si no nos amamos, su objetivo puede ser alcanzado, y la iglesia puede salir herida y debilitada por las diferencias entre los hermanos…

Vivir como ejemplos al mundo

¡Cuán cuidadosos debiéramos ser, para que nuestras palabras y acciones estén en armonía con la verdad sagrada que Dios nos ha encomendado! El mundo nos está mirando para ver el resultado de nuestra fe en nuestro carácter y en nuestra vida. Nos observan para ver si está teniendo un efecto santificador en nuestros corazones, para comprobar si estamos siendo transformados a semejanza de Cristo. Están listos para descubrir algún defecto, alguna inconsistencia en nuestras acciones. No les demos ocasión de reprobar nuestra fe.

No es la oposición del mundo la que más nos amenaza; es el mal atesorado en nuestro medio el que producirá las más grandes calamidades. Son las vidas no consagradas de los maestros las que retardan la obra de la verdad y oscurecen la iglesia de Dios…

Vivir los frutos del Espíritu

Dios quiere que cada hijo suyo se coloque en una posición donde él pueda derramar su amor. Él tiene en alta estima al ser humano, y nos ha redimido por medio del sacrificio de su Hijo unigénito. Hemos de recordar que nuestros prójimos han sido adquiridos con la sangre de Cristo. Si así nos amamos unos a otros, creceremos en amor por Dios y la verdad… El amor es una planta de origen celestial, y si deseamos que florezca en nuestros corazones, tenemos que cultivarla todos los días. El precioso árbol del amor da frutos que nos hacen dulces, amables, pacientes, lentos para responder a las provocaciones, capaces de aguantar y soportar todas las cosas.

Cuando os asociáis con otras personas, cuidaos de vuestras palabras. Que vuestra conversación sea de manera tal que no tengáis que arrepentiros… Si el amor a la verdad está es vuestros corazones, hablaréis de la verdad. Hablaréis de la bendita esperanza que tenéis en Jesús. Si tenéis amor en vuestros corazones, buscaréis afirmar y edificar a vuestro prójimo en la fe más sagrada. Si alguien deja escapar una palabra que afecte el carácter de vuestro amigo o hermano, no fomentéis esta maledicencia, porque es obra del enemigo. Recordad amablemente al involucrado que la Palabra de Dios prohíbe ese tipo de conversación. Debemos vaciar el corazón de todo lo que contamine el templo del alma, para que Cristo pueda habitar en él… Es la unidad de la iglesia lo que la capacita para ejercer una influencia consciente sobre los incrédulos y mundanos.

Vivir por Cristo, la Piedra angular

La iglesia de Cristo es considerada un templo sagrado. Dice el apóstol: “Por eso, ya no sois extranjeros ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo…” Todos los seguidores de Cristo son representados como piedras en el templo de Dios. Cada piedra, grande o pequeña, debe ser una piedra viva que emita luz y encaje en el lugar asignado en el edificio de Dios. ¡Cuán agradecidos debiéramos sentirnos de que se ha abierto una vía donde cada uno tiene un lugar en el templo espiritual! ¿Pensarán, hermanos y hermanas, en estas cosas? ¿Las estudiarán? ¿Hablarán de ellas? Es tan solo en la medida en que apreciemos estas cosas que seremos fortalecidos en el servicio de Dios… y llegaremos a ser… hacedores de las palabras de Cristo…

Es una bienaventurada tarea edificarnos unos a otros en la fe, pero la obra de destrucción es una tarea plena de amargura y dolor. Cristo se identifica con sus hijos sufrientes, porque dice: “En cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis”. Si todos cumplieran las instrucciones dadas por Cristo, ¡qué amor y unidad existirían entre sus seguidores! Cada corazón tiene sus propias penas y desilusiones; debiéramos buscar la forma de aligerar las cargas de los demás al manifestar el amor de Jesús a los que nos rodean…

En lugar de buscar faltas en los demás, seamos críticos con nosotros mismos. Cada uno de nosotros debiera preguntarse: ¿Está mi corazón en armonía con Dios? ¿Glorificará este curso de acción a mi Padre que está en el cielo?...

Vivir para amar

Cristo es nuestro ejemplo. Anduvo haciendo el bien. Vivió para ser una bendición. La belleza del amor ennobleció todas sus acciones, y a nosotros se nos ordena seguir sus pasos. Recordemos que Dios envió a su Hijo unigénito a este mundo de dolor para “redimirnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo propio, celoso de buenas obras”. Busquemos satisfacer los requerimientos de Dios y cumplir su ley. “El cumplimiento de la Ley es el amor”. El que murió para que tengamos vida nos ha dado este mandamiento, para que nos amemos unos a otros como él nos ha amado. Entonces el mundo sabrá que somos sus discípulos…


Este artículo es un extracto del que fue publicado en la Advent Review and Sabbath Herald, ahora llamada Adventist Review , el 5 de junio de 1888. Los adventistas creemos que Elena G. de White ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público.

Fuente: Spanish Adventist World

28 dic 2008

Preparados para Servir

“Quiero ser un testigo de mi Señor”.

Por:


Dios anhela que su pueblo alcance una norma más elevada que la que ha alcanzado en el pasado. ¿Qué puedo expresar para que éste sea consciente de su responsabilidad de ser como Cristo en palabra y acciones?... Si hiciéramos nuestras las palabras de Cristo, estaríamos en contacto tan estrecho con él que sabríamos qué hacer a fin de colaborar con el avance de su obra. Cuando Cristo llegue a ser nuestro ejemplo en la edificación del carácter, haremos progresos decididos. Cuando seamos llenos del deseo de ser como el Salvador, cuando rehusemos que el yo se inmiscuya en la obra que hacemos por el Señor, cuando apartemos la vista de los consejos finitos y miremos al que es demasiado sabio para errar y demasiado bondadoso para hacernos mal, seremos fuertes con la fortaleza del Señor…

Abandonemos el yo

Necesitamos sentir nuestro deber hacia el poder supremo. Esa presencia nos acompaña siempre, ejerciendo autoridad suprema y tomando en cuenta el servicio que damos o evitamos dar… “No tendrás dioses ajenos delante de mí”. Esta orden ha de ser sagradamente observada si esperamos cumplir el propósito que Dios tiene para nuestra creación y redención. Hemos de elevarnos hacia el cielo, y hacer de Dios lo primero, lo último y lo mejor de todas las cosas. Él es nuestro único, supremo y eterno bien…

Dios nos señala la senda del deber, diciéndonos: “Éste es el camino, andad por él”. En esa senda se halla la negación del yo y la cruz, pero es [la] única senda de paz y seguridad. Hay muchos que, sin embargo, están dando la espalda a esta senda, y continúan caminando sin renunciar al yo; ésta es una compañía que bien harían en temer.


Jesús es lo primero

La revelación y comisión divinas dadas a Moisés hicieron de él un gran hombre. Moisés no dejó de clamar diciendo: “Muéstrame tu gloria”, y el Señor hizo que su gloria pasara delante del patriarca. Moisés habló con Dios cara a cara, como un hombre que habla con un amigo. El entender su incapacidad de hacer la tarea asignada lo acercó a Dios, para rogar por el pueblo bajo su liderazgo. Moisés era tímido por naturaleza, duro de palabra, dubitativo y desconfiado de sí mismo; pero no dudó en interceder por su pueblo ante el Señor. Los presentó ante Dios, diciendo: “Puesto que este pueblo ha cometido un gran pecado al hacerse dioses de oro, te ruego que perdones ahora su pecado, y si no, bórrame del libro que has escrito”. El liderazgo de Moisés estuvo dominado por la misericordia. La misericordia también inundó las palabras y las acciones de Cristo. En su obra no hubo lugar para el egoísmo. Los que decidan avanzar a las órdenes de Cristo, recibirán de Dios bondad, paciencia, benignidad y amabilidad, y un corazón que confíe en él.

Miremos a Jesús

Los representantes de Cristo han de apoyarse constantemente en la sabiduría de él. Es esencial que hagan esto, para que puedan guiar a los encomendados a su cuidado. Es una obra sagrada y solemne la de estar a cargo y liderar al pueblo de Dios. En esta tarea, se necesita velar y orar sin cesar; los que participan en ella necesitan recibir diariamente el don de la gracia divina, para que puedan entonces compartirla con los demás…

Dios pide de sus obreros un corazón humilde, confiado y obediente, y el servicio dispuesto de todo su ser. “Porque así dijo el Alto y Sublime, el que habita la eternidad y cuyo nombre es el Santo: Yo habito en la altura y la santidad, pero habito también con el quebrantado y humilde de espíritu, para reavivar el espíritu de los humildes”… El único poder que tiene valor a los ojos de Dios viene de la mansedumbre y humildad de Cristo.

Es preciso que cada día, los obreros de Dios participen de la naturaleza divina… Entonces Dios obrará por medio de ellos y con ellos, capacitándolos para esparcir bendiciones donde vayan y para trabajar por la obra junto con Cristo, fortaleciendo las manos de sus obreros y discerniendo con percepción clara lo que debe hacerse. Son colaboradores con Cristo, y representan su carácter con bondad, compasión y amor....

“Os haré pescadores de hombres”

A lo largo de nuestro camino, hemos de dejar señales del amor de Cristo. Este amor, expresado en la vida, siempre produce una respuesta. Hace que los que aprecian su bondad, traigan ante la presencia de Dios ofrendas de gratitud. Los obreros de Dios serán reconocidos cuando sus esfuerzos de hacer avanzar la causa estén en armonía con el plan del Salvador.

Los que están en conexión con Dios como sus colaboradores, pueden revelar grandeza de alma solamente cuando ocultan su vida en la vida de Cristo, y se esfuerzan por aprehender el carácter excelso de la obra de la que forman parte. Solo al mirar esta obra a la luz del sacrificio de Cristo para que los hombres fueran salvos del pecado, podremos comprender verdaderamente cuán sagrada es esta tarea.

Cristo espera que cada uno de sus seguidores haga su obra. Éste es el mandato dado en su Palabra. “Seguidme”, es el llamado que les hace. Cristo vino a este mundo para darnos ejemplo de una vida perfecta. El que sacrifica todo el yo en el servicio a Dios, encontrará su recompensa en la obra de buscar a los perdidos y en el gozo que sentirá al ver que los pecadores son traídos a Cristo. Dios quiere que en el esfuerzo de salvar almas, los hombres se olviden de sí mismos. Llama a portadores de luz, que llenarán el mundo con la luz, la paz y el gozo que proviene de Cristo. Dios utilizará personas humildes, personas que sean conscientes de su debilidad, que no piensen que el éxito de la obra depende de ellos. Utilizará a hombres que recuerden qué es lo que requiere el servicio a Dios: la semejanza a Cristo en palabra y acciones. Ellos revelarán que Cristo habita en sus corazones, y que imparte pureza a la vida entera.

Este artículo es un fragmento del que fue publicado en la Advent Review and Sabbath Herald, ahora llamada Adventist Review, el 24 de noviembre de 1910. Los adventistas creemos que Elena G. de White ejerció el don bíblico de profecía durante más de setenta años de ministerio público

Fuente: "Spanish Adventist World"

22 dic 2008

Nuestra Sagrada Misión

¿Pueden otros ver a Cristo en sus seguidores?

Ser cristiano significa ser como Cristo, seguir al Salvador. Seguirlo significa obedecerle. Ningún soldado puede seguir a su líder a menos que obedezca sus órdenes. Seguirlo significa imitarle. “Aprended de mí”, dice el gran Maestro a los que han adoptado el nombre de cristianos. Mantened vuestros ojos fijos en el Modelo. Haced todas las cosas para su gloria y con el amor que él os profesa.

El cristiano es la luz del mundo, y la única Biblia que muchos podrán leer. Por medio de los cristianos los hombres ven a Dios. Cuán cuidadosos, por lo tanto, deberían ser los que han tomado el nombre de cristianos. Pero muchos cristianos profesos crucifican una vez más al Hijo de Dios y lo avergüenzan. El que falla en corregir los errores que le muestra el espejo divino, muestra al mundo una representación miserable de Cristo. Los ángeles, apenados, cubren sus rostros. El mundo ve que no profesan lo que dicen ser, y se alejan de esa falsificación. Los cristianos están bajo el dominio de Cristo o bajo el control del enemigo. O su influencia es sabor de vida para vida, o de muerte para muerte. Deciden hacer el bien o harán daños incalculables.

Viviendo como vencedores
Los hijos de Dios han sido redimidos de la esclavitud de Satanás, y ahora deben permanecer bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel, para trabajar desinteresada y fielmente por aquel al que pertenecen. Siempre deben recordar las palabras: “No sois vuestros; porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios”. Al tomar el nombre de cristianos, prometieron ser fieles a Dios. Se hallan unidos con él y con los ángeles en una relación de familia, porque Jesús los ha librado de la opresión del tirano. En todos los ámbitos, sus acciones deben ser propias de los santos. Deben descartar toda acción impropia, y vivir una vida nueva y santa. Al hacerlo, mostrarán que son dignos de su sagrado cometido, que han nacido de nuevo, no de la carne sino del Espíritu, que ya no viven para sí sino para Dios, a quien pertenecen y sirven.

El apóstol Pablo dice: “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha, en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo”. Como soldados valientes y verdaderos, los cristianos deben obedecer las órdenes de su Capitán, porque han hecho la sagrada promesa de conducirse apropiadamente. Deben hacer sinceros esfuerzos para vencer todo lo que les impida alcanzar esa elevada y santa resolución. El cuerpo y la mente deben ser tratados con el mayor respeto, porque pertenecen a Cristo. Deben mejorarlos día a día, para que se revele ante la atenta mirada de los ángeles, que Cristo no ha muerto en vano.

Una vocación superior
Al tomar el nombre de cristianos, prometisteis prepararos en esta vida para otra vida más elevada, en el reino de Dios. Tomad la vida de Cristo como modelo. Mantened siempre presente la eternidad. Seguid principios de acción justos, que con su influencia noble y refinadora restauraréis en el hombre la imagen moral de Dios. Al adoptar por fe los principios que son una expresión de la vida de Cristo, éstos serán en el alma como una fuente de agua que brota para vida eterna. El alma rebosa de las riquezas de la gracia de Cristo y refresca a otras almas. De esta manera el agente humano muestra que es fiel a la promesa que ha hecho. De esta manera trabaja en sociedad con Cristo, y muestra al mundo qué significa ser cristiano.

El evangelio es la voz del deber y la voz de Dios. En la vida de Satanás pueden verse los resultados de la deso-bediencia a sus principios, que debido a esto fue expulsado del cielo. A Lucifer, el querubín protector, le fueron otorgados los dones más elevados que podrían habérsele dado a un ser creado. Antes de su caída era un ser glorioso, y ocupaba una posición cercana a Cristo en las cortes celestiales. Pero al buscar ser igual a Dios trajo sobre sí la ruina irremediable.

Al ver esta lección puesta delante de nosotros, escondámonos en Cristo. Él es la fuente de toda sabiduría y poder. Mirad en la cruz de Cristo la garantía de nuestra salvación. Mirad al Salvador que entregó su vida para que pudiéramos ser cristianos.

Viviendo come él vivió
Los que viven la vida cristiana deben batallar contra la mentira del diablo, que afirma que el hombre no puede guardar la ley divina. ¿Podemos dudar del resultado de este conflicto? Dios vive, Dios reina, y diariamente produce milagros. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos”. Ante el universo muestran que procuran vivir las palabras que dicen “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre . . . en esto pensad”.

“Amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” son cualidades que constituyen el fruto del árbol cristiano. El árbol que solo tiene hojas, la vida que solamente es apariencias, debe ser marchitada por la maldición divina, así como sucedió con el árbol que ostentaba su follaje abundante ante el Salvador.

Que Dios nos ayude a ser verdaderos cristianos, consecuentes en el presente y en el futuro, personas de acciones honradas, palabras amables y pensamientos puros. El verdadero cristiano vive la vida de Cristo. En todas sus transacciones ensalza la bandera de la cruz. Si no es entendido, no se ofende, sino que continúa su camino de la misma manera. Se muestra amable, considerado y paciente. Se examina a sí mismo con cuidado, para no negar a su Señor en palabras o acciones. Escoge el camino de Dios. Cada día de su vida sirve con generosidad a los demás. La luz que lo acompaña brilla hacia los demás, y acalla las disputas. Día a día, aun de manera inconsciente para sí mismo, lleva adelante ante los hombres y los ángeles un experimento vasto y sublime, al mostrar lo que puede hacer el evangelio por los seres humanos.

Este artículo apareció por primera vez en la revista Signs of the Times del 10 de julio de 1901. Los adventistas creen que Elena White ejerció el don bíblico de profecía durante más de 70 años de ministerio público.

19 dic 2008

Caminemos en la luz

Es el único camino a la libertad y el gozo.

P
ara cuando usted lea este artículo, probablemente ya estemos en un nuevo año. Muchos acaso hayamos tomado nuevas resoluciones. Algunos ya estaremos luchando para cumplirlas, mientras que otros, en tan solo días o semanas las habrán olvidado.
Sea como fuere, como seguidores de Cristo tenemos una misión que cumplir. Hemos recibido un llamado especial. Dice Pedro: “Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Ped. 2:9). Ya no estamos en tinieblas. Estamos en la luz, la luz maravillosa que nos ayudará a cumplir la misión que se nos ha encomendado.

Estar en tinieblas


Cuando estamos en oscuridad total no podemos ver lo que nos rodea. Ignoramos lo que sucede y no sabemos qué hacer. Seguir en las tinieblas es seguir en nuestra condición pecaminosa. Solo pensamos en el yo. El propósito de la vida es gratificar nuestros deseos sin pensar en los demás. Perdemos nuestra conexión con el que afirmó: “Vosotros sois la luz del mundo” (Mat. 5:14). El resultado final es que quedamos atrapados por el mundo y nuestro corazón se llena de “malicia… engaño, hipocresía, envidias y… maledicencia” (1 Ped. 2:1).
Para salir de esta situación, necesitamos conectarnos con la fuente de luz, que es Cristo nuestro Señor. Pero las palabras no son suficientes. Lo que necesitamos es experimentar a Jesús en nuestra vida. Y solo podemos lograrlo por medio del estudio de la Palabra de Dios, mientras le pedimos al Espíritu Santo que nos ilumine.

Estar en la luz


Cuando nos conectemos con Cristo, aprenderemos a vivir como él vivió cuando estaba aquí en la tierra. Vivió entre la gente, se mezcló con ellos, atendió sus necesidades, sanó a los enfermos, consoló a los desanimados y expulsó demonios. No hizo nada para vanagloriarse; todas sus acciones buscaron ayudar a otros. Cuando estemos en la luz, ese mismo espíritu de altruismo entrará en el corazón y así podremos continuar la misión que él comenzó, que es lo que espera el cielo de nosotros.
Cuando realmente lo conozcamos, nuestra visión mejorará y veremos cuál es nuestra condición real. Cristo es la luz, y al contemplarlo somos transformados a su semejanza. Jesús estuvo lleno de compasión por sus hijos descarriados. Cuando queremos ser limpios, él está listo y dispuesto a limpiarnos.
Pero es nuestra decisión pedirle que nos limpie. A menos que sintamos personalmente esa necesidad, es imposible alcanzar la pureza. Y sin ella, no podemos habitar en la luz de Cristo. Demasiado a menudo somos orgullosos, arrogantes, egoístas e incapaces de ver cuán necesitados estamos. A menos que nos rindamos al poder purificador de Cristo, seguiremos en tinieblas. Somos hechos nuevas criaturas solo cuando nos rendimos de buena gana a la fuente de poder, a nuestro compasivo Salvador. “De modo que si alguno está en Cristo –dice Pablo– nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; todas son hechas nuevas” (2 Cor. 5:17).
Cada uno de nosotros debería preguntarse: ¿Estoy experimentando el nuevo nacimiento en mi vida diaria?

Cómo brillar

Como seguidores de Cristo, necesitamos servir a nuestro prójimo con la misma compasión y ternura que él demostró cuando estuvo en esta tierra. Solo el servicio desinteresado le resulta aceptable. “Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos” (Mat. 5:16).
Esto debería llevarnos a examinar nuestros motivos para el servicio. ¿Lo hacemos para glorificar a Dios, a quien pertenecen solamente la gloria y la honra?
El amor es el medio por el cual hemos de iluminar al mundo. Sin amor todo permanece en tinieblas. Como seres humanos, estamos dispuestos a amar a los que nos aman y apoyan. Pero Cristo dice: “Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os odian…” (Luc. 6:27). Cristo nos amó cuando aún éramos sus enemigos (Rom. 5:8). Es esa la clase de amor que alcanza a los malvados, los oprimidos, los pobres, los rebeldes, los despreciables; es un amor que calma, que ilumina, que marca una diferencia en la vida de las personas.
Como seguidores de Cristo, necesitamos mostrar ese mismo amor que atrae a las personas y las valora. Los que practiquen esta clase de amor vivirán en la luz; su obra jamás será sin recompensa. La Biblia nos insta a amar a nuestros enemigos, siendo ejemplos de nuestro Padre celestial, que “es 
benigno para con los ingratos y 
malos” (Luc. 6:35).
Por supuesto, no podemos lograrlo con nuestras propias fuerzas. Pero tenemos el privilegio de que Dios nos dé las fuerzas para avanzar victoriosamente en el servicio desinteresado por otros. Tal como Cristo oró pidiendo fuerzas para cumplir su misión, así también –y mucho más– necesitamos dedicar tiempo a orar y estudiar la Biblia, buscando el poder de lo alto. Las dificultades, las pruebas y la persecución jamás impedirán que continuemos nuestro camino victorioso, siempre que nos tomemos de la mano de Dios.
Y tenemos la seguridad de su presencia: “Por tanto, id y haced discípulos a todas las naciones… Y yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mat. 28:19, 20).

Luchar para alcanzarlo


Al caminar en la luz estamos avanzando hacia un objetivo eterno. “Los que vacilan en cuanto a dedicarse sin reserva a Dios no siguen fielmente a Cristo. Le siguen a una distancia 
tan grande que la mitad del tiempo no saben realmente si están siguiendo en sus pisadas o en las del gran enemigo… La vida y el espíritu de Cristo son la única norma de excelencia y perfección; y la única conducta segura que podamos seguir es la que él 
ejemplificó. Si así lo hacemos él nos guiará con sus consejos, y más tarde nos recibirá en gloria. Debemos contender con diligencia, y estar dispuestos a sufrir mucho a fin de andar en las pisadas de nuestro Redentor. Dios está dispuesto a trabajar por nosotros, a darnos su libre Espíritu, si luchamos, vivimos y creemos para obtenerlo; 
entonces podremos andar en la luz, como él está en la luz” (Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, 
vol. 1, pp. 362).

Fuente: "Spanish Adventist World.

15 dic 2008

Como los Cristianos Deberiamos de Actuar en "La Navidad"

La Navidad

La fiesta de la Navidad.

"Ya llega la Navidad," es la nota que resuena por el mundo, del este al oeste y del norte al sur. Para los jóvenes, para los de edad madura y aun para los ancianos, es una ocasión de regocijo general. Pero, ¿qué es la Navidad para que requiera tanta atención?. . .

Se dice que el 25 de diciembre es el día en que nació Jesucristo, y la observancia de ese día se ha hecho costumbre popular. Sin embargo, no hay seguridad de que estemos guardando el día preciso en que nació nuestro Salvador. La historia no nos da pruebas ciertas de ello. La Biblia no señala la fecha exacta. Si el Señor hubiese considerado tal conocimiento como esencial para nuestra salvación, habría hablado de ello por sus profetas y apóstoles, a fin de dejarnos enterados de todo el asunto. Por lo tanto, el silencio de las Escrituras al respecto nos parece evidencia de que nos fue ocultado con el más sabio de los propósitos.

En su sabiduría, el Señor no reveló el lugar donde había sepultado a Moisés. Le enterró, luego le resucitó y lo llevó al cielo. Obró así en secreto para evitar la idolatría. Aquel contra quien se habían rebelado [los israelitas] mientras estaba en servicio activo, aquel a quien provocaron casi más allá de lo que podía soportar un ser humano, fue casi adorado como Dios después que la muerte lo separó de ellos. Por el mismo motivo Dios ocultó el día preciso en que nació Cristo, a fin de que ese día no recibiese el honor que debía darse a Cristo como Redentor del mundo y el único que debía ser recibido 435 y en quien se debía confiar por ser el único capaz de salvar hasta lo sumo a todos los que se allegan a él. La adoración del alma debe tributarse a Jesús como Hijo del Dios infinito.*

Es difícil pasarla por alto.

En vista de que el 25 de diciembre se observa para conmemorar el nacimiento de Cristo, y en vista de que por el precepto y por el ejemplo se ha enseñado a los niños que es en verdad un día de alegría y regocijo, os resultará difícil pasar por alto esa fecha sin dedicarle cierta atención. Es posible valerse de ella con un buen propósito.

Es necesario tratar a los jóvenes con mucho cuidado. No se les debe dejar que en ocasión de Navidad busquen diversión en la vanidad y la búsqueda de placeres, o en pasatiempos que pudieran perjudicar su espiritualidad. Los padres pueden controlar esto dirigiendo la atención y las ofrendas de sus hijos hacia Dios y su causa, y hacia la salvación de las almas.

En vez de ser ahogado y prohibido arbitrariamente, el deseo de divertirse debe ser controlado y dirigido por esfuerzos esmerados de parte de los padres. Su deseo de hacer regalos puede ser desviado por cauces puros y santos a fin de que beneficie a nuestros semejantes al suplir la tesorería con recursos para la grandiosa obra que Cristo vino a hacer en este mundo. La abnegación y el sacrificio propio caracterizaron su conducta, y deben caracterizar también la de los que profesamos amar a Jesús porque en él se concentra nuestra esperanza de vida eterna.*

El intercambio de regalos.

Se acerca la época de las fiestas con su intercambio de regalos, y tanto los jóvenes como los adultos consideran atentamente que pueden dar a sus amigos en señal de afectuoso recuerdo. Por insignificantes que sean los regalos, es agradable recibirlos de aquellos a quienes amamos. Constituyen una demostración de que no nos han olvidado, y parecen estrechar un poco más los lazos que nos unen con ellos. . . . Está bien que nos otorguemos unos a otros pruebas de cariño y aprecio con tal que no olvidemos a Dios, 436 nuestro mejor Amigo. Debemos hacer regalos que sean de verdadero beneficio para quienes los reciban. Yo recomendaría libros que ayuden a comprender la Palabra de Dios o que acrecienten nuestro amor por sus preceptos. Proveamos algo que leer para las largas veladas del invierno.*

Libros recomendados para los niños.

Son muchos los que no tienen libros ni publicaciones relativas a la verdad presente. Representan, sin embargo, un importante renglón en el cual se puede invertir dinero. Son muchos los pequeñuelos a quienes se debieran proveer buenas lecturas. Las series de lecturas y Poesías para el Sábado* son libros preciosos que pueden introducirse en todo hogar. Las muchas sumas pequeñas que suelen gastarse en caramelos y juguetes inútiles pueden guardarse para tener con que comprar tales libros. . . .

Los que quieran ofrecer regalos valiosos a sus hijos, nietos o sobrinos, pueden proporcionarles los libros mencionados arriba, que se destinan a los niños. Para los jóvenes, la Vida de José Bates es un tesoro; también lo son los tres tomos de El Espíritu de Profecía.* Estos tomos debieran estar en cada hogar del país. Dios está dando luz del cielo, y ni una sola familia debiera quedar privada de ella. Sean los regalos que ofrezcáis de tal índole que derramen rayos de luz sobre la senda que conduce al cielo.*

No debe olvidarse a Jesús.

Hermanos y hermanas, mientras estáis pensando en los regalos que queréis ofreceros unos a otros, quisiera haceros acordar de nuestro Amigo celestial, no sea que olvidéis lo que él nos pide. ¿No le agradará nuestra demostración de que no le hemos olvidado? Jesús, el Príncipe de vida, lo dio todo para poner la salvación a nuestro alcance. 437

. . .Hasta sufrió la muerte, para poder darnos la vida eterna.

Mediante Cristo es como recibimos toda bendición. . . . ¿No compartirá nuestro Benefactor celestial las pruebas de nuestra gratitud y amor? Venid, hermanos y hermanas, con vuestros hijos, aun con los niños de brazos, y traed vuestras ofrendas a Dios de acuerdo con lo que podáis dar. Hónrenle vuestros corazones con melodías y alabadle con vuestros labios.*

Es tiempo para honrar a Dios.

El mundo dedica las fiestas a la frivolidad, el despilfarro, la glotonería y la ostentación. . . . En ocasión de las próximas fiestas de Navidad y Año Nuevo se desperdiciarán miles de dólares en placeres inútiles; pero es privilegio nuestro apartarnos de las costumbres y prácticas de esta época de degeneración; y en vez de gastar recursos simplemente para satisfacer el apetito y comprar inútiles adornos o prendas de vestir, podemos hacer de las próximas fiestas una ocasión de honrar y glorificar a Dios.*

Cristo debe ser el objeto supremo; pero en la forma en que se ha estado observando la Navidad, la gloria se desvía de él hacia el hombre mortal, cuyo carácter pecaminoso y defectuoso hizo necesario que el Salvador viniese a nuestro mundo. Jesús, la Majestad del cielo, el Rey del cielo, depuso su realeza, dejó su Trono de gloria, su alta investidura, y vino a nuestro mundo para traer auxilio divino al hombre caído, debilitado en su fuerza moral y corrompido por el pecado. . . .

Los padres debieran recordar estas cosas a sus hijos e instruirlos, renglón tras renglón, precepto tras precepto, en su obligación para con Dios, no en la que creen tener uno hacia otro, de honrarse y glorificarse mutuamente con regalos.*

Encaucemos sus pensamientos.

Son muchas las cosas que pueden idearse con buen gusto y a un costo mucho menor que el de los regalos innecesarios que con tanta frecuencia se ofrecen a los niños y a los parientes. Así se manifestará cortesía en el hogar y habrá felicidad en él. 438

Podéis enseñar una lección a vuestros hijos al explicarles vuestros motivos por hacer cambios con respecto al valor de sus regalos y decirles que os convencisteis de que solíais considerar su placer antes que la gloria de Dios. Decidles que pensabais más en vuestro propio placer y en la satisfacción de ellos que en el progreso de la causa de Dios, a la cual descuidabais para manteneros en armonía con las costumbres y las tradiciones del mundo, haciendo regalos a quienes no los necesitaban. Como los antiguos magos, podéis ofrecer a Dios vuestros mejores regalos y demostrarle por vuestras ofrendas que apreciáis el don que hizo a un mundo pecaminoso. Encauzad los pensamientos de vuestros hijos en una nueva dirección, que los haga altruistas al incitarlos a presentar ofrendas a Dios por el don de su Hijo unigénito.*

"¿Tendremos árbol de Navidad?"

Agradaría mucho a Dios que cada iglesia tuviese un árbol de Navidad del cual colgasen ofrendas, grandes y pequeñas, para esas casas de culto.* Nos han llegado cartas en las cuales se preguntaba: ¿Tendremos un árbol de Navidad? ¿No seremos en tal caso como el mundo? Contestamos: Podéis obrar como lo hace el mundo, si estáis dispuestos a ello, o actuar en forma tan diferente como sea posible de la seguida por el mundo. El elegir un árbol fragante y colocarlo en nuestras iglesias no entraña pecado, sino que éste estriba en el motivo que hace obrar y en el uso que se dé a los regalos puestos en el árbol.

El árbol puede ser tan alto y sus ramas tan extensas como convenga a la ocasión, con tal que sus ramas estén cargadas con los frutos de oro y plata de vuestra beneficencia y los ofrezcáis a Dios como regalo de Navidad. Sean vuestros donativos santificados por la oración.*

Las fiestas de Navidad y Año Nuevo pueden y deben celebrarse 439 en favor de los desamparados. Dios es glorificado cuando damos para ayudar a los que han de sustentar familias numerosas.*

No es un pecado

No adopten los padres la conclusión de que un árbol de Navidad puesto en la iglesia para distraer a los alumnos de la escuela sabática es un pecado, porque es posible hacer de él una gran bendición. Dirigid la atención de esos alumnos hacia fines benévolos. En ningún caso debe ser la simple distracción el objeto de esas reuniones. Aunque algunos truequen estas ocasiones en momentos de negligente liviandad y no reciban la impresión divina, para otras mentes y caracteres dichas ocasiones resultan altamente benéficas. Estoy bien convencida de que pueden idearse substitutos inocentes para muchas reuniones desmoralizadoras.*

Diversiones inocentes.

¿No os levantaréis, mis hermanas y hermanos cristianos, y no habréis de ceñiros para cumplir vuestro deber en el temor de Dios, y no ordenaréis este asunto de modo que, en vez de carecer de interés, rebose de placer inocente y lleve la señal del cielo? Sé que la clase más pobre responderá a esta sugestión. Los más ricos también debieran manifestar interés y dar regalos y ofrendas proporcionales a los recursos que Dios les confió. ¡Ojalá que en los libros del cielo se hagan acerca de la Navidad anotaciones cual nunca se las vio, por causa de los donativos que se ofrezcan para sostener la obra de Dios y el fortalecimiento de su reino!.*


Fuente: Esta nota esta tomada directamente de del Libro El Hogar Cristiano de Elena G. de White, puede descarcar el libro completa haciendo clic Aqui