1 ene 2009

Activos de Palabra y de Hecho

Somos llamados a esparcir el evangelio con diligencia.

Por: Elena G. de White

Nuestra fidelidad a los principios cristianos requiere el servicio activo por Dios. Los que no utilizan sus talentos en la causa y obra divinas, no tendrán parte con Cristo en su gloria. Toda alma receptora de la gracia divina debe producir luz. Muchas almas permanecen en tinieblas y, sin embargo, ¡qué calma, qué tranquilidad, qué sosiego sienten algunos!...

Se impone a todos los verdaderos seguidores de Cristo ser la luz del mundo. En esta gran tarea, Dios ya ha hecho su parte, y está aguardando la cooperación de sus seguidores. El plan de salvación ha sido expresado en plenitud. Se ofrece la sangre de Cristo para cubrir los pecados del mundo; la Palabra de Dios aconseja, amonesta, reprende, promete y anima a cada ser humano; la eficacia del Espíritu Santo es extendida para asistirlo en todos sus esfuerzos. Pero a pesar de toda esta luz, el mundo aún perece en la oscuridad, hundido en el error y el pecado.

¿Quiénes serán los obreros que trabajarán junto con Dios para ganar estas almas para la verdad? ¿Quién les llevará las buenas nuevas de salvación?

El pueblo que Dios ha bendecido con la luz de la verdad debe ser mensajero de misericordia. Sus medios deben fluir hacia los canales divinos. Sus mayores esfuerzos deben salir a la luz. Deben llegar a ser obreros con Dios, negarse y sacrificar el yo como hizo Cristo, que por nosotros se hizo pobre, para que por su pobreza fuéramos hechos ricos.

Socios del Cielo

En la obra de salvar las almas se combinan las agencias divinas y humanas. Dios ha hecho su parte, y ahora es preciso que los cristianos actúen. Dios... espera que su pueblo haga su parte para presentar la luz de la verdad a todas las naciones. ¿Quién se asociará al Señor Jesucristo? Él establecerá los términos y las condiciones. ¿Lo ha iluminado Dios con el conocimiento de sí? ¿Se han abierto los tesoros de su Palabra a su entendimiento, para que se torne inteligente respecto de las verdades allí reveladas? Vaya entonces a trabajar usando esas capacidades.

Si es humilde, puro de corazón y decidido, podrá ver las necesidades y carencias de la causa de Dios... Donde hay un obrero debería haber cientos de personas que reciben toda palabra que sale de la boca de Dios, y la dan a otras personas a medida que pueden recibirla. Se podría haber hecho cien veces más de lo que se ha logrado.

Entre los profesos siervos de Dios ha prevalecido el espíritu mundano, y las almas de los hombres no han sido estimadas con la mitad del valor que asignan a sus ganados, sus granjas y sus negocios. Dios les pedirá cuenta de este terrible descuido pasado pero, ¿qué harán en el futuro? ¿Comenzarán a cooperar con el gran Benefactor? Como seres humanos que han disfrutado de la luz de la verdad, ¿dejarán que esa luz alumbre a los que están en tinieblas?

Dios los ha honrado con el privilegio de ser colaboradores con Cristo en la gran cosecha. ¿Recibirán de corazón y con agradecimiento todas las ventajas que Dios les ha dado, y las mejorarán con diligencia, utilizando toda capacidad sagrada encomendada al servicio del Maestro? Su éxito en el avance de los caminos de Dios dependerá de cuanto se esfuercen por mejorar los talentos encomendados. Su recompensa futura será proporcional a la integridad y sinceridad con la que sirvan al Maestro

Toda empresa temporal y terrenal prospera en proporción a la sabiduría, el tacto y la concentración de la energía ejercitada en la adquisición del objeto deseado. Así también debe suceder en toda obra cristiana. Debemos trabajar de acuerdo con la Palabra de Dios. Debe haber una sabia planificación. Deben seleccionarse hombres y talentos apropiados para las diversas ramas de la obra. La Palabra de Dios debe ser nuestra guía en relación con las condiciones específicas por las que podemos llegar a ser obreros junto con Cristo. El deseo de acumular riquezas constituye una tendencia original de nuestra naturaleza, implantada por nuestro Padre Celestial con fines nobles.

Donde está tu corazón

Si le preguntara al capitalista que ha concentrado todas sus energías en alcanzar la abundancia, y que se muestra perseverante y trabajador para incrementar sus propiedades, con qué objetivo se afana de esa forma, éste no podría dar una razón, un propósito definido por el cual está adquiriendo tesoros terrenales y amontonando riquezas. No puede especificar algún gran propósito u objetivo, ni espera alcanzar alguna nueva fuente de felicidad. Continúa acumulando riquezas porque ha dedicado todas sus capacidades y energías en esa dirección.

Dentro del hombre de mundo habita el deseo profundo de alcanzar algo que no posee. Por la fuerza del hábito, ha dirigido todo pensamiento y propósito hacia la búsqueda de hacer provisión para el futuro y, a medida que envejece, se vuelve cada vez más ansioso por adquirir todas las ganancias posibles...

Toda esta energía, perseverancia, determinación y ahínco dedicado a las cosas terrenales es resultado de la perversión de sus capacidades tras un objetivo equivocado. Cada facultad podría haber sido cultivada hasta las mayores alturas por medio del ejercicio, en pro de la vida celestial e inmortal, y con un propósito de gloria infinitamente superior y eterno.

Debido a su perseverancia y energías, y a la utilización de cada oportunidad para incrementar sus posesiones, las costumbres y prácticas de los mundanos deberían ser una lección para los que dicen ser hijos de Dios y buscan la gloria, la honra y la inmortalidad. A lo largo de las generaciones, los hijos de este mundo han mostrado ser más sabios que los hijos de la luz, y en esto reside su sabiduría: Su objetivo son las ganancias mundanales, y a este fin dedican todas sus energías. ¡Oh, que este celo pudiera caracterizar a los que buscan las riquezas del cielo!


Este fragmento ha sido extraído de un art
ículo escrito en Basilea, Suiza, que apareció por primera vez cien años atrás en la Advent Review and Sabbath Herald (en la actualidad, Adventist Review;

Fuente: "Spanish Adventist World"

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