24 jun 2010

¿Por qué se van?

Por: Jan Paulsen.

Una de nuestra mayores prioridades tiene que ser que los adolescentes y jóvenes sean parte real de la iglesia

Cuando recordamos el curso que ha tomado nuestra vida, es fácil pensar en cierto tipo de “inevitabilidad”; es decir, los estudios y el trabajo que hemos elegido, el cónyuge, la familia. Sin embargo, este sentido de inevitabilidad es ilusorio. En esa fase temprana de toma de decisiones –en la adolescencia y años juveniles– cuando tantas elecciones conllevan consecuencias duraderas y acaso desconocidas, lejos estamos de anticipar el futuro.

Éste se debate precariamente entre una multitud de variables, que pueden llevarnos hacia uno u otro lado según las circunstancias o posibilidad de escoger. Al pensar en mi adolescencia digo: ¡Qué reducidos eran los márgenes! ¡Con qué facilidad una decisión apresurada o diversas circunstancias podrían haberme llevado por un camino diferente! Y pienso en los menores de 35 años de nuestra iglesia, que se hallan en proceso de tomar las mismas decisiones.

Ya no se limitan a reflejar las actitudes y creencias de sus padres o maestros. Están probando estos valores por sí mismos, decidiendo si los conservarán, modificarán o reemplazarán por algo totalmente diferente. Pienso entonces en el éxodo de jóvenes de nuestras iglesias, y esto me aflige profundamente. ¿Por qué tantos se marchan? Aun a riesgo de simplificar exageradamente algo de gran importancia para la iglesia, me gustaría ofrecer unas pocas reflexiones que he acumulado a lo largo del tiempo, pero que en años recientes han alcanzado un creciente sentido de urgencia.

Al hablar de esto, tenemos que diferenciar dos grandes grupos: los adolescentes y los jóvenes profesionales. Si bien algunos temas se repiten en ambos, sus luchas y experiencias son en esencia diferentes y, por lo tanto, también serán diferentes sus razones para abandonar la iglesia.

Los adolescentes

Hace muchos años, a un joven muy cercano a mí le sucedió algo. En ése entonces él estaba luchando con diversos problemas y le costaba levantarse cada sábado para ir a adorar. Un sábado por la mañana, llegó tarde a la iglesia vistiendo pantalones vaqueros. El primer anciano que lo recibió le dijo: “No llevas la ropa apropiada. Vuelve a tu casa a cambiarte”. Así es que se fue y jamás regresó. Comenzó entonces una larga travesía por caminos oscuros donde ha pasado mucho, mucho tiempo. De tanto en tanto, abandona esos caminos, pero esto refleja más bien el amor que siente por sus padres y el saber que ellos lo aman incondicionalmente. ¿Fue este incidente la única razón por la que abandonó la iglesia? No, pero fue un momento decisivo para él que la iglesia le dijera: “Tú no encajas en este grupo de adoradores. Vete a tu casa y ponte ropas más adecuadas”. Vete a tu casa y ponte ropas más adecuadas”.

Muchos adolescentes deciden abandonar la iglesia básicamente porque se sienten observados y criticados. Se los hace sentir indignos, sin una función útil. Sienten que la iglesia no representa un lugar seguro para analizar los cuestionamientos relacionados con la conducta y las normas que tienen que enfrentar.

Podríamos hacer una larga lista de ellas: las actividades sociales, la música y el entretenimiento, las relaciones sociales y la sexualidad, la necesidad de expresar el sentimiento creciente de individualidad e independencia. Hablan de estas cosas entre ellos, pero en voz baja, porque sienten que si alguien los escucha, los condenará. ¿Cómo podemos incluir de manera más efectiva a los adolescentes?

Hazlo como algo personal. Piensa en tu familia y tus hijos. ¿Les cuesta mucho a tus hijos sentirse “dignos” ante ti? ¡Por supuesto que no! Son sangre de tu sangre. Si dedicáramos tiempo a pensar en cada joven de nuestra congregación como si fuera nuestro propio hijo o hija, nuestra visión experimentaría una gran transformación. Sólo podemos ofrecer orientación y corrección efectiva cuando el adolescente siente la misma calidez de parte de la iglesia que la que siente un niño con sus vínculos familiares más cercanos.

Tiene que ser algo personal.

No es una tarea que deba delegarse en el Departamento de Jóvenes, los Exploradores o la Escuela Sabática. Es mi actitud hacia los miembros más jóvenes lo que hace la diferencia. ¿Qué perciben en mis palabras y actitud hacia ellos? 4 · [76] rA abr. 2010. Una de nuestra mayores prioridades tiene que ser que los adolescentes y jóvenes sean parte real de la iglesia. rA abr. 2010 [77] · 5

Sitúalo en el contexto
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Los adolescentes hacen y dicen cosas alocadas; así es. Son adolescentes, y es normal que así sea. Está en su naturaleza probar a los mayores tomando decisiones que nos alteran y desestabilizan. Puede deberse a la presión social, a un acto de rebeldía o, simplemente, a que han crecido en un mundo –el mundo adventista– y quieren probar y experimentar “el otro”. Los valores de sus padres no se transmiten genéticamente; el adolescente cuestiona y prueba de manera activa. Es
un proceso normal en esa etapa de la vida. Seamos entonces amables y pacientes con ellos, capaces de ver su potencial a largo plazo.

Recuerda.
Todos pasamos por esa etapa, y también cometimos errores. ¡Muchos errores! ¿Recuerdas cuando eras adolescente? Con seguridad te habrás sentido demasiado consciente de cada espinilla en tu rostro, de cada falta cometida, y muy vulnerable respecto de las opiniones de los demás. Una palabra irreflexiva, por parte de un adulto de la congregación, puede tener consecuencias inimaginables para un joven cuya frágil opinión de sí mismo se ve fácilmente destrozada. Por el contrario, unas pocas palabras de afirmación pueden tener un impacto igualmente poderoso y positivo.

Los jóvenes profesionales


También están los que pasan la adolescencia y siguen asistiendo a la iglesia, al menos con frecuencia. Están terminando sus estudios, comenzando sus carreras profesionales y estableciendo sus familias. ¿Qué marca la diferencia entre los que desarrollan raíces sólidas y duraderas en la comunidad de creyentes y quienes se alejan paulatinamente de la iglesia?

Relevancia
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Hay un grupo de amigos, jóvenes profesionales, que suelen reunirse de vez en cuando. Provienen
de diversos países, pero sus carreras los han traído junto con sus familias a la misma ciudad de Europa. Algunos aún poseen sólidos vínculos con el adventismo, mientras que otros los han ido perdiendo, pero todos ellos han pasado por un camino similar en lo que respecta a su educación y experiencias tempranas de vida. A veces hablan de la iglesia, y se preguntan: ¿Cuán relevante es el adventismo? ¿Tiene algo significativo que aportar sobre los temas cotidianos: la justicia social, la pobreza, los derechos humanos, el medio ambiente, la ética, la economía o la comunidad en la que vivimos? ¿Qué diferencia señala en la práctica el nombre “adventista”? Para muchos adultos jóvenes, su percepción del nivel de respuesta de la iglesia a estas preguntas determina que decidan quedarse o abandonarla.

Están desencantados con la religión que se dedica exclusivamente al porvenir mientras ignora el presente. No es que hayan dejado de creer en lo que enseña la iglesia, pero han perdido la fe en la capacidad de ésta para hablar de manera significativa de la realidad de todos los días. Los frustra lo que perciben como la falta de voluntad de la iglesia de usar su peso moral y teológico para reaccionar respecto de los temas que más preocupan a la sociedad.

Comunidad.

Lo que es aún más importante, para algunos de esta franja etaria, la iglesia no les brinda los vínculos comunitarios que ansían. Un joven profesional me dijo hace poco en una carta: «Cuando alguien está luchando, ¿busca inmediatamente la iglesia como el lugar donde sabe que será atendido y cuidado? ¿O es la iglesia el último lugar que elegiría para abrir su corazón y pedir ayuda? A menudo sucede lo segundo». Para generaciones afectadas por el posmodernismo, no alcanza con “tener la razón”. Podemos hablar de la verdad con elocuencia, podemos ser correctos
en todos los detalles, podemos citar capítulos y versículos, pero aun así se alejarán si no perciben
un profundo sentido de calidez y aceptación.

Funcionamiento y confianza.

Los jóvenes profesionales también se alejan porque están llenos de ideas y energías, pero no hallan espacio para expresarlas dentro de la iglesia. No es que crean que la iglesia les resulta irrelevante, sino que piensan que ellos carecen de valor para la iglesia. Por ello, aunque permanezcan por un tiempo por razones familiares o sociales, en realidad ya se han alejado.

Un llamado a actuar

No tengo palabras para expresar mi profunda convicción de que tenemos que dar funciones significativas a los jóvenes en la iglesia. No podemos limitarnos a mantenerlos ocupados, sino que debemos incorporarlos a funciones que conlleven elevados niveles de confianza, incluirlos en la toma de decisiones, buscar su participación para que, de alguna manera, entiendan: Queremos escuchar vuestra voz. Para los adolescentes y jóvenes profesionales, la confianza es la base de todo. No aquélla que dice: “Te voy a dar esta pequeña tarea, y después de un tiempo veremos si aprobamos tu gestión”.

Me refiero más bien a una confianza que los libera y capacita para ser socios activos de la adoración y testificación de sus congregaciones; a una confianza que reconoce que no hay que alcanzar un nivel determinado antes de sentir el deseo apasionado de servir a Dios; a una confianza que considera que el amor de ellos por la iglesia es tan profundo como el mío, y que también ellos la han elegido como hogar espiritual. ¿Será diferente la manera que tienen ellos de ver las cosas? Acaso sea así. ¿Entraña esto un riesgo?

Puede ser. Pero el peligro de no confiar en nuestros jóvenes es mucho mayor, porque si no aprendemos a confiar en ellos, nos dejarán.

15 jun 2010

En la Imagen de Dios

Por:

Se hace una gran diferencia para alcanzar nuestro máximo potencial.


El en el Génesis, Dios revela lo que podría ser la más importante visión individual en la historia revelada en lo que somos. La visión define nuestras fortalezas, revela nuestro propósito, y los marcos de nuestra relación con Dios. Se encuentra en Génesis 1:26: "Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza ... '".

Durante muchos años, como la mayoría de los creyentes, no tenía ni idea de lo que significa ser creados a imagen de Dios. Es triste que la chispa en cada uno de nosotros que nos dice cómo somos como Dios pasa inadvertida. ¿Cómo podemos conocer a Dios si ni siquiera se lo puede ver en nosotros mismos? Entonces un día, mientras que la preparación para impartir un curso sobre el Génesis, de repente me di cuenta de que no sólo yo sabía lo que significaba, pero que toda mi vida profesional se había basado en el gran don de Dios.

De pronto, lo tengo

Mientras me preparaba mis notas de la clase, pensé que la "imagen de Dios" ha de implicar los aspectos de la naturaleza humana que no se comparten con cualquier otra forma de vida en la tierra. Su significado debe encontrarse en la manera en que Dios se reveló en el primer capítulo del Génesis. La imagen más dominante de Dios en estos primeros versos es el de su poder creador en el trabajo.

Entonces me di cuenta: Ser creado a imagen de Dios significa que se nos dio la capacidad y del proceso de creación. Entre todos los seres vivos, sólo los humanos tienen esa capacidad. . Por supuesto, algunos animales e insectos "hacer" cosas-castores hacen presas, las hormigas hacen grandes nidos, etc Pero estos son fijos, una capacidad limitada que les permiten sobrevivir. Por cualquier norma, los seres humanos son los únicos seres verdaderamente creativos en la tierra.

No sólo podemos ser creativos, nos impulsa a crear. Cada uno de nosotros tiene una chispa de creatividad de algún tipo. Se puede estar trabajando con nuestras manos, la escritura, la música o el atletismo. De los niños que dibujen crayón de sus familias a los arquitectos que por primera vez a pie a través de edificios que alguna vez había existido sólo en su imaginación, todos se sienten orgullosos, la alegría y satisfacción en nuestros esfuerzos creativos. No importa cuál sea nuestra habilidad, ganamos goce inmenso de su uso. Si bien una vida de ocio puro sin nada que hacer puede sonar atractivo, la verdad es que tenemos que estar haciendo algo para sentirse satisfechos con su vida. Estamos perdidos si no tienen un propósito. De alguna manera, tenemos que ser creativos.

Mediante la capacitación soy un ingeniero eléctrico. He enseñado ciencias de la computación y la ingeniería desde hace más de 20 años. Toda mi vida profesional que había estado utilizando mis conocimientos para traducir mi imaginación en realidad. Tengo un equipo informático diseñado y escrito software innovador. Durante todo ese tiempo, nunca comprendí que había estado usando la chispa de la creatividad que me había hecho "como" Dios. El goce y la satisfacción que sentí con un trabajo bien hecho es un reflejo de la alegría que Dios se experimenta cuando él miró a su creación y lo declaró "bueno".

Una historia reveladora

Hace poco vi el documental ganador del Oscar, Born los burdeles en que cuenta la historia de los hijos de prostitutas en Calcuta. Es una conmovedora historia de estos niños perdidos y el intento de una mujer a cambiar sus vidas. Si bien no es una historia cristiana, ilustra la necesidad de ser creativo.

Si voy a honrar a Dios y
darle gracias por las
destrezas que me dio, tengo
que dirigir todas mis
habilidades creativas hacia
lo que a él le agrada.


El director de documentales, Zana Briski, trata de ayudar a un pequeño grupo de niños, dándoles cámaras y enseñarles el arte de la fotografía. Como resultado, se abre un mundo completamente nuevo para estos niños. Por la primera vez que realmente puede ser creativo, y como resultado florecen. Su programa es un éxito precisamente porque se nutre de la dádiva de Dios: su necesidad de ser creativos. Por primera vez, estos niños se les da un medio por el que pueden ejercer ese don. Se da sentido y propósito a sus vidas. Les trae alegría.

Sin embargo, los humanos no pueden crear en el mismo sentido que Dios crea. Sólo Dios puede crear desde la nada. Se requiere materias primas. Pero hay una parte de nuestra capacidad creativa que no requiere de materias primas. Podemos crear en nuestras mentes. Nuestra imaginación no está restringida por las limitaciones que vienen con la necesidad de materiales. Podemos imaginar cualquier cosa, incluso cosas que en realidad nunca podría construir. Quizá de esta manera estamos más cerca de la imagen de Dios.

Más que intelectual

Entender lo que compartimos con Dios y cómo Él nos creó a su imagen es algo más que un ejercicio intelectual interesante. Para mí, una vez que supe que mi impulso creativo fue modelado después de Dios, finalmente entendí por qué es tan importante llevar "cautivo todo pensamiento a la obediencia de Cristo" (2 Cor. 10:5). Mi imaginación es un don de Dios. Sin embargo, en un mundo caído que puedo usar ese don de crear belleza o para crear suciedad. Por desgracia, la humanidad hace un trabajo excelente en ambas. Si voy a honrar a Dios y darle gracias por las destrezas que me dio, tengo que dirigir todas mis habilidades creativas hacia lo que a él le agrada.

Tal vez lo más importante, ahora entiendo lo que había sido un trance muy difícil para mí. Jesús dijo una vez que si vemos a una mujer con lujuria, ya hemos cometido adulterio en nuestra mente (véase Mat. 5:28). Yo siempre preguntaba por qué imaginar un pecado es tan malo como hacer el pecado. Pero si mi imaginación creadora no sólo es un regalo de Dios, sino la esencia misma de la imagen y semejanza de Dios, entonces usarlo para contemplar el pecado es llevarlo a un lugar que Dios nunca iría. Distorsiona y vilipendia a la naturaleza de Dios en nosotros. Si en el pasado podría haber tolerado e incluso entretenido pensamientos pecaminosos, creyendo que era permisible porque nunca actuaría sobre ellos, ahora los veo por lo que verdaderamente son: oscuros y terribles en sí mismos.

Ahora, cuando escribo un artículo, el diseño de un circuito, o tomar una idea hasta su conclusión natural, experimento algo más que la satisfacción de completar una tarea. Me dirijo a Dios y decirle: «Padre, mira lo que acabo de hacer, ¿qué le parece?" Me lo imagino sonriendo en mi realización como el orgulloso padre quien últimas entradas de su hijo trabajar en el frigorífico.

Es triste cuando los creyentes no ven la imagen de Dios dentro de sí mismos. Pero es una alegría para reconocer el gran don que Dios ha dado a todos nosotros. Es hora de poner de manifiesto la semejanza de Dios en todos los creyentes. Es hora de usar nuestros dones creativos para servir a Dios y entre sí.

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Fuente:
Edición de Junio 2010. Adventist World

11 jun 2010

Desastres naturales: ¿Obra de Dios o de Satanás?

Por: Herbert E. Douglass

En los últimos años, nuestro planeta ha estado sufriendo un número creciente de desastres naturales: terremotos, huracanes, sequías, inundaciones y un tsunami devastador. Algunas de estas crisis, aunque menos dramáticas, tales como el calentamiento global y el consecuente retroceso de los glaciares y del casquete ártico, han planteado interrogantes en muchas mentes al respecto de sus causas.

¿Son estos sucesos resultado de leyes naturales todavía mal comprendidas? ¿Es el maltrato humano del ambiente la verdadera causa? Los creyentes de distintas religiones también se plantean si estas catástrofes no son castigos enviados por una deidad airada. Los creyentes en la Biblia han reflexionado sobre los papeles respectivos que juegan Dios y Satanás como protagonistas de última instancia en un drama cósmico. ¿Será que estas calamidades señalan en dirección a un acontecimiento culminante de la historia humana?

Al tratar de entender qué papel juega Dios en los desastres naturales, tenemos que evitar caer en la trampa promocionada por Satanás, a saber, que los desastres de los últimos días de la historia provienen de un Dios afrentado y airado. Justamente así es como Satanás ha estado pintando a Dios desde el Edén e incluso antes. Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, estamos en medio de las últimas horas de un conflicto cósmico, el Gran Conflicto que ha aquejado al universo desde que hubo “guerra en el cielo” (Apocalipsis 12:7).

Un vistazo a la profecía bíblica

En el Apocalipsis leemos que hacia el final de la historia humana Dios, por medio de sus ángeles, estará “deteniendo los cuatro vientos de la tierra para que no soplase viento alguno sobre la tierra, ni sobre el mar, ni sobre ningún árbol” (7:1). Antes del tiempo del fin, esta tierra habrá visto todo tipo de aflicciones aquejando los continentes, el mar y la vegetación. Pero no hemos visto todavía nada como lo que ocurrirá cuando los vientos de destrucción sean completamente liberados del poder retentivo de los cuatro ángeles que reciben sus órdenes directamente de Dios mismo.1

¿Por qué se detiene todavía a los vientos? El pueblo de Dios no ha sido completamente sellado todavía con la aprobación del Señor “escrita en su frente” (Apocalipsis 14:1). El sello divino de aprobación será colocado sobre aquellos que lo puedan representar adecuadamente al mundo, los que digan la verdad acerca de Dios y testifiquen de su poder, que es, de nuevo, lo que Satanás ha estado tratando de impedir por un tiempo muy largo. Aquí hay gente que está ahora lista para permanecer firme en medio de las angustias de los últimos días descritas en los versículos finales de Apocalipsis 6. ¿Y qué decir de estos vientos? Representan la obra maléfica de Satanás que están por ser liberados de la mano restrictiva de Dios. Todo esto puede ser comprendido mejor a la luz del Gran Conflicto. Es la reproducción del libro de Job, pero a escala colosal: fuego que cae del cielo y quema las ovejas de Job y sus siervos, pandillas de bandidos que merodean a su gusto, un gran viento del cielo que destruye una casa y mata a sus hijos (Job 1 y 2). ¡Satanás es increíblemente malvado! Y sigue siendo el mismo hoy como era en días de Job.

El papel de Satanás

La bien estudiada estrategia de Satanás siempre ha sido confundir, engañar y destruir la paz del mundo. Ha sido “homicida desde el principio” (Juan 8:44). ¿Por qué? Para eliminar toda esperanza y confianza entre los miles de millones que habitan en la tierra de que Alguien más poderoso, fiel y justo reina sobre el universo Pero, ¿dónde está Dios? Dios, dentro de los propósitos del Gran Conflicto, permite este ataque final de engaño y aflicción, ya no sólo sobre un hombre llamado Job sino ahora sobre todo el planeta. Todo lo que Job llegó finalmente a saber sobre lo que había detrás de las catástrofes que estaban sufriendo él y su familia –incluyendo fuego del cielo y un viento devastador– Dios se lo hizo saber con posterioridad. Pero hasta entonces, fueron tiempos muy amargos. Job supo sólo más tarde que Dios había sido desafiado por Satanás, quien estaba furioso porque Job había sido bendecido con una gran familia y abundante prosperidad. Satanás acusó a Dios de favoritismo, de que la razón por la cual Job era tan fiel en su obediencia religiosa era porque Dios le había puesto un “cerco” alrededor y de esta manera había comprado su obediencia (Job 1:8-12; 2:3-7).


Y entonces aparecen los teólogos diletantes que vienen a explicar a Job por qué había tenido que experimentar estos terribles desastres (Job 2:11-13). Lo que leemos en los siguientes capítulos del libro son los diferentes razonamientos que mucha gente usa todavía hoy para explicar las terribles calamidades. Es porque Job está escondiendo terribles secretos de malos hábitos y Dios lo está castigando. O porque Dios sólo escucha a los justos y pasa por alto a otros porque es un Dios justo, o es tan santo y justo que sólo descarga su ira contra los malvados, o que Job está recibiendo todavía menos castigo de lo que merece. Oímos muchos ecos de los tres “amigos” de Job hoy, en internet, en los medios masivos de comunicación y en muchos púlpitos. El apóstol Pablo lo dice claramente: Satanás es “el príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora obra en los hijos de desobediencia (Efesios 2:2).2 ¡Es más que un mito! Es el gran antagonista de Dios, que hace todo lo que puede para distraer, desmoralizar y destruir a hombres y mujeres. Y por razones que sólo Dios sabe, va a retirar gradualmente el poder restrictivo que ha estado ejerciendo hasta ahora sobre los planes homicidas de Satanás.3

Jesús describe el futuro

Por supuesto, este planeta siempre tuvo terremotos, tornados, inundaciones, huracanes (tifones) y hambrunas. Algunos de los peores que se conozcan ocurrieron hace mucho tiempo, causando mucho más daño que los que hemos experimentado en los últimos años, si bien hoy hay poblaciones mayores que viven en las mismas zonas. Durante los últimos días del ministerio terreno de Jesús sus seguidores le preguntaron por señales del fin de los tiempos y de su prometido regreso. Entre otros indicadores, Jesús les dijo: “Oiréis de guerras y rumores de guerras, mirad que no os turbéis, porque es necesario que todo esto acontezca, pero aún no es el fin. Porque se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y habrá pestes, y hambres, y terremotos en diferentes lugares. Y todo esto será principio de dolores” (Mateo 24:6-8).


En otras palabras, el mundo tendrá siempre guerras, terremotos, pestes y desastres. Pero hay señales específicas que él delineó en Mateo 24 y 25, tales como el evangelio predicado en todo el mundo, y entonces regresará (24:14). Comparó los últimos días del planeta Tierra con los últimos días antes de que Noé entrara en el arca (24:37-39). Ilustró su regreso demorado con la demora de un novio en aparecer en su boda (25:5).

Detección de diferencias

Al meditar en los desastres de los últimos años, notamos una diferencia con los del pasado. En un cuadro gráfico, el aumento de su frecuencia e intensidad sería una curva exponencial, con una pendiente ascendente de la curva que se levanta rápidamente en contraste con un aumento proyectado que podría esperarse como una línea recta ascendente. ¿Puede alguien negar que huracanes, inundaciones, pestilencias, quiebras, degradación moral, agotamiento de las fuentes acuíferas, consumo desbocado de energía y realidades similares están aumentando con sorprendente velocidad?4 La mayoría de la gente vive con un sentimiento de que todo está desencajado con respecto al tipo de vida que se hacía aun hace pocas décadas. No parece haber manera de retrasar el reloj. La escalera mecánica, sea la que sube o la que baja, parece ir cada vez más rápido. Y en todos anida una sensación de que no podemos salirnos de esa escalera, que se incrementa cuando las noticias de los últimos desastres son emitidas por los medios globales de comunicación y llegan a nuestras computadoras.5

Una perspectiva adventista

Durante más de 150 años, los adventistas del séptimo día han estado proclamando al mundo que la historia humana se acerca rápidamente a su fin, predicho por Dios mismo en las Escrituras. Nos anima ver que millones de otros cristianos también han comenzado a enfocar su atención y esperanza en la pronta venida de Jesús. Además, hay ahora docenas de páginas en la internet que están dedicadas a los acontecimientos de los últimos días. La serie de libros de gran venta y películas “Dejados Atrás” amplifican la sensación de que algo tremendo está por ocurrir. Sin embargo, debido a nuestra comprensión de la profecía bíblica, no creemos que los cristianos serán rescatados en un arrebatamiento (rapto) secreto o que Israel sea protagónico en los acontecimientos de los últimos días. Ni esperamos un Armagedón donde ejércitos modernos luchen en la llanura de Esdraelón.


Los optimistas están en lo cierto: el mundo no terminará en un quejido ni en una explosión. Las potencias nucleares del mundo no incinerarán la tierra, ni nos asfixiaremos en nuestra propia basura, ni nos desecaremos en una hambruna masiva. Y los pesimistas también están en lo cierto: por más vacunas que almacenemos para los problemas físicos que enfrentamos hoy, no habrá vacuna que nos proteja de la marejada de basura moral que se infiltra por doquier en la vida moderna, especialmente en el “civilizado” occidente. Todos los posicionadores satelitales y automóviles de combustibles limpios no podrán acallar el odio en aumento que infecta las comunidades y las naciones.

Conclusión

El entender la interacción precisa entre los factores humanos, naturales y sobrenaturales que producen los desastres que nuestro mundo experimenta en aumento está más allá del conocimiento humano. Para el creyente en la Biblia, sin embargo, algunas cosas son ciertas: Satanás busca destruir a tanta gente como puede con los medios de que dispone. Pero en última instancia, la verdad triunfará y Dios y sus leales quedarán al fin reivindicados. Vivimos en los días finales de la historia de la tierra. Cada día es precioso e irrepetible.

“El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento. Pero el Día del Señor vendrá como ladrón en la noche, en el cual los cielos pasarán con grande estruendo, y los elementos ardiendo serán deshechos, y la tierra y las obras que hay en ella serán quemadas. Puesto que todas estas cosas han de ser deshechas, ¡cómo no debéis vosotros andar en santa y piadosa manera de vivir, esperando y apresurándoos para la venida del día de Dios!” (2 Pedro 3:9-12). ¿Estás listo, estoy yo listo?

Herbert E. Douglass (Th.D., Pacific School of Theology) ha actuado como profesor, rector universitario y editor. Es autor de 16 libros, que incluyen Messenger of the Lord, Pacific Press, 1998) y God at Risk (Amazing Facts, 2004). Su dirección electrónica: herbdouglass@sbcglobal.net.

REFERENCIAS

1. “Ángeles están circundando el mundo, rechazando las pretensiones de Satanás a la supremacía, las que presenta debido a la gran multitud de sus adeptos. No oímos las voces de esos ángeles, ni vemos con la vista natural la obra de ellos; pero sus manos están unidas alrededor del mundo, y con vigilancia que no duerme mantienen a raya a los ejércitos de Satanás hasta que se cumpla el sellamiento del pueblo de Dios” (Comentario bíblico adventista del séptimo día [Boise, Idaho: Pacific Press Publ. Assoc., 1990], t. 7, p. 978).

2. “Satanás está obrando en la atmósfera; la está envenenando, y nosotros dependemos de Dios para la protección de nuestras vidas: de nuestra vida actual y eterna. Y por encontrarnos en la posición en que estamos, necesitamos estar bien despiertos, plenamente consagrados, completamente convertidos y cabalmente dedicados a Dios. Pero al parecer permanecemos inactivos como si estuviésemos paralizados. ¡Dios del cielo, despiértanos!” (Elena White, Mensajes selectos ([Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn., 1967], t. 2, p. 59).

3. “Satanás obra asimismo por medio de los elementos para cosechar muchedumbres de almas aún no preparadas. Tiene estudiados los secretos de los laboratorios de la naturaleza y emplea todo su poder para dirigir los elementos en cuanto Dios se lo permita.… Producirá enfermedades y desastres al punto que ciudades populosas sean reducidas a ruinas y desolación. Ahora mismo está obrando. Ejerce su poder en todos los lugares y bajo mil formas: en desgracias y calamidades del mar y tierra, en las grandes conflagraciones, en los tremendos huracanes y en las terribles tempestades de granizo, en las inundaciones, en los ciclones, en las mareas extraordinarias y en los terremotos. Destruye las mieses casi maduras y a ellos siguen la hambruna y la angustia; propaga por el aire emanaciones mefíticas y miles de seres perecen en la pestilencia. Estas plagas irán menudeando más y más y se harán más y más desastrosas. La destrucción caerá sobre hombres y animales” (Elena White, El conflicto de los siglos [Mountain View, California: Pacific Press Publ. Assn., 1977], pp. 646, 647).

4. “Se me ha mostrado que el Espíritu del Señor se está retirando de la tierra. Pronto se les negará el poder protector de Dios a todos los que continúan despreciando sus mandamientos.… La iniquidad se está convirtiendo en un asunto tan común que ya no sacude los sentidos como en un tiempo lo hacía” (Elena White, Eventos de los últimos días [Boise, Idaho: Pacific Press Publ. Assn., 1992], p. 28).

5. “Cuando la mano restrictiva de Dios se retire, el destructor comenzará su trabajo” (íd., p. 114).

8 jun 2010

¿Podemos contar siempre con la proteccıon divina?


En ocasiones solemos recordar maravillosas promesas bíblicas como el Salmo 91:11, 12: «Pues a sus ángeles mandará acerca de ti, que te guarden en todos tus caminos. En las manos te llevarán para que tu pie no tropiece en piedra». No obstante, ¿se ha preguntado alguna vez: DÓNDE ESTUVIERON LOS ÁNGELES?

Cinco tragedias personales

Mi querida esposa Betty y yo hemos estado en cinco grandes accidentes de automóvil, y todos nos causaron heridas severas:

1. El primero sucedió cuando, arrodillado en la oscuridad, trataba de instalar cadenas a las ruedas de nuestro vehículo, mientras Betty sostenía la luz. De repente, un automóvil patinó, me golpeó y me hizo volar por encima de mi automóvil hasta un montículo. El otro automóvil desapareció, y yo quedé muy golpeado. Mientras estaba en el hospital, no pude sino preguntarme: ¿Por qué no me protegieron los ángeles en esa situación?

2. En la autopista de Alaska, que entonces era un camino de grava escasamente transitado, nuestro automóvil dio varias vueltas y terminó contra unas rocas. Sufrimos heridas y el vehículo quedó destruido, pero lo que más nos preocupaban eran los niños. Ronald, de tres años, no se quejaba, pero Harvey, de solo uno, estaba herido y no dejaba de gritar. La ayuda médica estaba a más de trescientos kilómetros, y nadie pudo sacarnos de allí durante dos días.

Solemos oír grandes historias
en las que Dios sin duda brinda
su protección. Pero en nuestra
vida, esa protección a
menudo pareció
estar ausente.

¡Esa sí que fue una situación estresante! Pero, ¿y nuestros ángeles?

3. Avanzábamos por una calle principal cuando de pronto apareció un automóvil que golpeó la puerta de Betty. Nuestro auto quedó destrozado. El otro conductor dijo que el sol lo 
había cegado. ¡Imagínense las heridas que sufrió mi esposa! Pero, ¿por qué no nos protegieron los ángeles?

4
.
Regresábamos a casa por un paso montañoso cuando comenzó a caer la primera nevada del año. Al llegar a una zona estrecha, entre una colina y un precipicio, un auto que pasaba patinó y nos chocó de frente. Betty sufrió serias heridas; yo logré salir rengueando para ver a las personas del otro vehículo. Las dos ancianas que estaban allí dijeron que éramos una respuesta a sus oraciones, porque las habíamos salvado de que cayeran al vacío.
Pero, ¿por qué los ángeles no nos protegieron también a nosotros?

5
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En este incidente final, una gran camioneta nos chocó del lado del conductor, y tanto Betty como yo sufrimos graves heridas que me impidieron trabajar. Para colmo, la cobertura del seguro del otro conductor era mínima, por lo que tuvimos que usar la mayoría de nuestros ahorros para cubrir los gastos.
¿Por qué nos sucedió todo esto? ¿DÓNDE ESTABAN LOS ÁNGELES?

Entendamos las promesas

Solemos oír grandes historias en las que Dios sin duda brinda su protección. Pero en nuestra vida, esa protección a menudo parece estar ausente. ¿Ayudan los ángeles a algunos hijos de Dios más que a otros? ¿Nos protegen solo en algunas ocasiones y lugares?

¿Qué decir de David, el probable autor del salmo citado? David pasó muchos años escapando porque lo querían matar, ¿no es así? ¿Y qué decir de Cristo, que después del bautismo fue llevado al desierto, donde estuvo sin alimentos o agua durante cuarenta días? Resulta irónico que el mismo diablo le citó el Salmo 91: «Si eres hijo de Dios –le dijo–, tírate abajo, pues escrito está: “A sus ángeles mandará acerca de ti”; y: “En sus manos te sostendrán, para que no tropieces con tu pie en piedra”» (Mat. 4:6).

Pero notemos lo que el diablo no dijo: «Cuando Satanás citó la promesa: “A sus ángeles mandará acerca de ti”, omitió las palabras: “que te guarden en todos tus caminos”; es decir, en todos los caminos que Dios haya elegido» (Elena White, El Deseado de todas las gentes, p. 101). «Reconócelo en todos tus caminos –dice la Biblia– y él hará derechas tus veredas» (Prov. 3:6).

La autorización divina

Los caminos que Dios elige no constituyen una garantía de una vida fácil, pero sí nos garantiza su cuidado protector.

Consideremos estas alentadoras palabras: «Cristo vivía rodeado de la presencia del Padre, y nada le aconteció que no fuese permitido por el Amor infinito para bien del mundo. Esto era su fuente de consuelo, y lo es también para nosotros. El que está lleno del Espíritu de Cristo mora en Cristo […].Nada puede tocarlo sin el permiso de nuestro Señor; y “todas las cosas” cuya ocurrencia es permitida, “los ayudan a bien” “a los que aman a Dios” (Romanos 8:28)» (El discurso maestro de Jesucristo, p. 63).

Esta autorización divina se hace evidente en la experiencia de Job. Cuando Satanás quiso tentarlo con pruebas, Dios le puso límites. Y así como sucedió con Cristo cuando rogó ser librado en el Getsemaní, Dios nos trata en términos de tiempo y eternidad. Satanás procura siempre nuestra destrucción, y Cristo nos advirtió que las dificultades vendrán. Pero Dios usará cada prueba para desarrollar nuestro carácter.

Pablo lo explica en Romanos 5:1-5. No solo deberíamos apreciar la paz y la seguridad que resulta de una relación de fe con Cristo, sino que también deberíamos gloriarnos en las tribulaciones, «sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza; y la esperanza no nos defrauda, porque el amor de Cristo ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado».

Elena White lo expresa así: «El hecho de que somos llamados a soportar pruebas demuestra que el Señor Jesús ve en nosotros algo precioso que quiere desarrollar» (El ministerio de curación, p. 373).
Sí, el ángel del Señor acampa alrededor de los que le temen, y nos defiende de todo daño duradero, según el plan de nuestro amante Dios (véase Sal. 34:7; Jer. 29:11). El eterno Dios es por cierto nuestro refugio «y sus brazos eternos son tu apoyo» (Deut. 33:27).

Por ello, cobremos ánimo. Sus promesas de protección y cuidado son ciertas. «Porque yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros, dice Jehová, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis» (Jer. 29:11). «No temas porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Isa. 41:10).