28 jul 2010

¿Qué tipo de influencia ejercemos?

Por: Halvard B. Thomsen

“Partió David de allí y se refugió en la cueva de Adulam; cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, fueron allí a reunirse con él. Además se le unieron todos los afligidos, todos los que estaban endeudados y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y llegó a ser su jefe. Había con él como cuatrocientos hombres (1 Samuel 22:1, 2).

Mi recuerdo más remoto sobre este pasaje bíblico es en el contexto de la formación de una nueva congregación. Yo era un joven estudiante de teología, cuando un grupo de miembros de una iglesia que mi padre había pastoreado recientemente, formó una nueva iglesia en un pueblo cercano. Mi padre se refería a la nueva congregación como una “cueva de Adulam”. Él explicaba este término al describir las actitudes y circunstancias de muchos de los miembros fundadores.

En el pasado, era más común que las nuevas iglesias surgieran separándose de una congregación ya existente. Cada vez que yo escuchaba acerca de la formación de una iglesia, me recordaba de las palabras de mi padre y la cueva de Adulam. Hace poco leí comentarios de este pasaje hechos por el experto en liderazgo John Maxwell, que me dejaron pensando.

Luego de decapitar a Goliat, David fue invitado al palacio de Saúl en donde aprendió mucho acerca de cómo gobernar el reino de Israel, incluyendo el arte de la guerra. Desafortunada-mente los celos de Saúl empujaron a David al exilio. Es en este punto de la vida de David, que encontramos la historia de este pasaje. Trata de imaginarte las personas que se reunieron a su alrededor. Todos los que se encontraban preocupados. Todos los endeudados. Todos los descontentos. O en las mismas palabras de David: “Mi vida está entre leones; estoy echado entre hijos de hombres que vomitan llamas; sus dientes son lanzas y saetas, y su lengua espada aguda” (Salmos 57:4).

¿Qué debía hacer David con estas personas? ¿Eran este tipo de personas los que resistirían al rey Saúl? ¿Era este grupo con el que David debería lanzar una revolución? ¿Qué tipo de líderes o guerreros llegarían a ser los descontentos y preocupados? David cuenta cómo se relacionó con esta circunstancia: “Listo está mi corazón, Dios, mi corazón está dispuesto: cantaré y entonaré salmos. ¡Despierta, alma mía! ¡Despertad, salterio y arpa! ¡Me levantaré de mañana! Te alabaré entre los pueblos, Señor; cantaré de ti entre las naciones, porque grande es hasta los cielos tu misericordia”. (Salmos 57:7-10).

¿Qué sucede con los descontentos?

Al colocarnos en las sandalias de David, nota qué sucedió con sus seguidores descontentos y preocupados. “Entonces David consultó a Jehová diciendo: ‘¿Iré a atacar a estos filisteos?’ Jehová respondió a David, ‘Ve, ataca a los filisteos, y libra a Keila’. Pero los que estaban con David le dijeron: ‘Mira, nosotros aquí en Judá estamos con miedo; ¿cuánto más si vamos a Keila contra el ejército de los filisteos?’ David volvió a consultar a Jehová. Y Jehová le respondió: ‘Levántate, desciende a Keila, pues yo entregaré en tus manos a los filisteos´. Fue, pues, David con sus hombres a Keila, y peleó contra los filisteos, se llevó sus ganados, les causó gran derrota y libró David a los de Keila” (1 Samuel 23:1-5).

La fortaleza y el valor de aquellos que siguieron a David a Adulam perseveró; siguieron conquistando las naciones de Canaán, aniquilando a los gesuritas, gezritas y amalecitas.

También tuvieron éxito al eludir al rey Saúl.“David se quedó en el desierto en lugares fuertes, y habitaba en un monte en el desierto de Zif; y lo buscaba Saúl todos los días, pero Dios no lo entregó en sus manos” (1 Samuel 23:14).

A medida que la historia continúa, el grupo de David se incrementa de cuatrocientas a seiscientas personas (1 Samuel 23:13). Cuando David escapó a la cueva, atrajo a los descontentos y preocupados. Pero al desarrollar su dependencia de Dios, transformó a sus hombres en guerreros y líderes eficaces. Cuando David subió al trono, ellos estaban preparados para llevar a cabo un liderazgo para la nación.

Dos preguntas

La experiencia de David nos confronta con dos preguntas: ¿Qué clase de personas atraemos? ¿Qué les ocurre a esas personas al asociarse con nosotros?

Revisa tu vida. Piensa en los que gravitan hacia ti como amigos, socios o seguidores. ¿Qué clase de personas son? ¿Son visionarios, triunfadores? ¿O son rezongones y quejosos? ¿Has notado que las personas tienden a juzgarnos no solo por los amigos que escogemos, sino también por las personas que atraemos como colegas o que elegimos como empleados?

Implícita en esta pregunta hay otra: ¿Qué clase de personas somos nosotros? Nunca vamos a atraer a los optimistas si somos sombríos y pesimistas; nunca vamos a atraer a los visionarios, si no vemos esperanza; nunca vamos a capturar la imaginación y el entusiasmo de las personas que nos rodean, si ignoramos las oportunidades y nos enfocamos en los problemas.

Luego viene la segunda pregunta: ¿Qué ocurre con las personas que se relacionan con nosotros? Nuestros padres nos dijeron que fuéramos cuidadosos al escoger nuestros amigos, debido a la influencia que ellos llegarían a ejercer sobre nosotros. Pero esta historia también nos desafía a pensar en cómo influenciamos nosotros a las personas. Como vemos en el ejemplo de David, incluso los descontentos y preocupados pueden salir de su encierro. ¡Nosotros podemos influenciarlos positivamente! En algunas oportunidades me pregunto si prestamos poca atención a la influencia de la asociación. Si es tal como lo que dijo el apóstol Pablo (2 Corintios 3:18), nos transformamos en lo que admiramos, entonces ¡ciertamente influiremos a las personas que nos admiran!

“Si no juntamos con Cristo, desparra-mamos.Todos ejercemos influencia, y esta influencia es decisiva en el destino de los demás para su bien presente y futuro, o para su eterna perdición”.1

“Cada acto de nuestra vida afecta a otros para bien o mal. Nuestra influencia tiende a elevar o a degradar; es sentida por otros, hace que los demás obren impulsados por ella y en un grado mayor o menor es reproducida por otros. Si mediante nuestro ejemplo ayudamos a otros a desarrollar buenos principios, les damos poder para el bien. A su vez ellos ejercen la misma influencia benéfica sobre otras personas y en esa forma cientos y miles son afectados por nuestra influencia inconsciente”.2

¿Contagiamos optimismo, visión, imaginación y fe? Las personas que se relacionan con nosotros, ¿se vuelven más dependientes del Señor Jesús o más olvidadizos de lo que él nos pide? ¿Están descansando más en su bondad y gracia y muestran más decisión en querer seguir su voluntad? ¿Están más ansiosos de construir su reino?

“Es probable que nunca sepáis el resultado de vuestra influencia diaria, pero debéis tener la seguridad de que la ejercéis para el bien o para el mal… Si lanzamos una piedra en un lago, se formará una multitud de ondas concéntricas y a medida que aumentan, el círculo se amplía hasta que llega a todas las márgenes. También nuestra influencia, aunque aparentemente sea insignificante, puede continuar extendiéndose mucho más allá de nuestro conocimiento o control”.3

¿Qué tipo de personas atraemos?

¿Qué les ocurre a esas personas cuando se asocian con nosotros?

Halvard B. Thomsen (D.Min., Andrews University), es asistente del presidente de la División Norteamricana de la Asociación General de la Iglesia Adventista del Séptimo Día en Silver Spring, Maryland, EE. UU. E-mail: halvard.thomsen@nad.adventist.org

REFERENCIAS:

1. Cada Día con Dios. Amar es servir. Review and Herald, del 22 de Junio, de 1886.

2. Consejos sobre la Salud e Instrucciones para obreros médicos misioneros. Sección VIII. Las enfermeras y los auxiliares. Nuestra Influencia, p. 419.

3. Ibíd., pp. 411 y 412

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Fuente: Dialogo Universitario Vol. 21, No. 1 (2009)

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